martes, 10 de julio de 2018

Hoja 7: Stendhalizado antes de Yellowstone



(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Billings (Montana)-Parque Yellowstone (Montana/Wyoming)-Rock Creek (MT): 700 kilómetros (pero la mitad en montaña al estilo Despeñaperros).



Las rocas que se ven desperdigadas como pelotas de tenis al final de un partido de matados son piedras que han ido expulsando las cimas y el hielo o las erupciones o la gravedad han ido esparciendo por los valles.

Un libro: 'Bajo cielos inmensos', de Alfred B. Guthrie Jr. La verdadera dimensión de la conquista del Oeste por sus protagonistas en formato novela y en aliento épico (de verdad, no como lo usan hoy en día los chavales). De esas joyas de narrativa sobre el oeste americano que publica Valdemar (mil gracias por ello), la mejor.


Un amanecer cualquiera en Montana.

Una canción: 'Lord only knows', de Beck'. Con Beck en los altavoces (gracias ahora a Estrella y Rafa) empezó mi primera ruta americana, la que hice en 2009 con ellos dos desde San Francisco al Gran Cañón. Hoy sonaba el disco Odelay cuando me adentré en las montañas en la otra punta de las Rocosas.





La mancha blanca en plena montaña es una cascada... como tantas que brotan por toda la cordillera.

Una película/serie: 'Wind River', de Taylor Sheridan. Solo ha hecho tres películas y dos de ellas están entre mis favoritas de la última década (la primera, 'Sicario', no la he visto, pero también tiene grandes críticas), 'Comanchería' y 'Wind River', ésta última ambientada en una reserva india de Wyoming donde a (casi) nadie le importa la muerte de una india. Para colmo, acaba de estrenar serie titulada, precisamente, Yellowstone. 




Un error: Me adentraba en la carretera de Beartooth camino de Yellowstone cuando me puse a hacer fotos a través del parabrisas mientras conducía. Por los dos centímetros de ventana abierta, se coló una mosca del tamaño de una avispa y se suicidó contra mi boca (cerrada, que no estaba hablando solo) y murió en el asiento del copiloto. La naturaleza avisaba: dejar de hacer el tonto. 






Un descubrimiento: La nieve roja en Beartooth. Será por efecto de la arena, pero es que parece que hayan pasado por allí los Coen (o Hawley, el de la serie). No sé si las fotos hacen justicia (como en casi todo en este post).




Una comida/bebida: Una trucha en territorio mundial de truchas, los alrededores de Missoula, en Montana. La fríen, como todo aquí, pero comerse una cosa recién pescada (con mosca, como en la peli de Redford y Pitt, que se rodó aquí) junto a una excelente cerveza también local... pues eso, qué decir. 




Una imagen: Ni planificándola habría salido mejor. Todo es azar: salía de una curva en Yellowstone y a 50 metros veo a un bisonte a dos metros de la calzada, agarro el móvil, lo desbloqueo, activo la cámara y disparo sin pensar y sin reducir velocidad. Y sale esta composición (con pajarillo en lomo incluido), solo manchada por los cien mosquitos que he matado antes. Una pena, sí.




Un dato/hecho: 68 millas (110 kilómetros). Es la distancia entre Red Lodge y la entrada noreste de Yellowstone. Hay quien dice que es la carretera con mejores vistas de Estados Unidos y la mejor sin duda para los moteros. No he estado en todas, pero, desde luego, no puedo rebatirlo tras conocerla. 








Una historia: No voy a asumir que todos sabéis lo que es el Síndrome de Stendhal, pero lo explicaré rápido: lo sufres cuando has visto o sentido tanta belleza que ya no puedes asimilar más.

Hoy, cuando he llegado al Parque Nacionald de Yellowstone, estaba hasta arriba de belleza. O, siguiendo con la línea pedante, le daba la razón a todos los adoradores de Ulises cuando aseveran que no importa tanto el destino como el camino.

A lo que iba: para acceder a Yellowstone desde el noreste hay que atrevesar la conocida como Beartooth Highway (la carretera del colmillo del oso), unos 110 kilómetros de curvas cerradas, cambios de rasante, velcidad máxima de 50 kilómetros por hora y donde te pasa de todo... pero todo es hermoso.

Sales de Red Lodge, en el rincón suroeste de Montana y el pueblo es coqueto, de pie de montaña, de paso para millones de turistas. De inmediato, empiezas a subir cuestas, con el arroyo tronando a tu izquierda como si fuera uno de esos trenes kilométricos que te ensordecen de vez en cuando en las llanuras. Hay pinos muy, muy altos a ambos lados y las montañas juegan a plantear problemas básicos de trigonometría, entrechocando triángulos entre sí en un horizonte lechoso donde el sol no termina de azulear el cielo.

Sigues subiendo, curva a izquierda y derecha, alguna caravana molestando y más motos que coches (pocos de cada uno, que son las siete de la mañana). La naturaleza ya es salvaje; al fondo despuntan montañas con todas las letras (aunque en Montana se le resbale el sombrero a la eñe tan nuestra).

No sabes dónde parar de tantas fotos que ves posibles (hay apartaderos a puñados). Y pido perdón porque por mucho que hable o escriba jamás podré mostrar la grandeza de la naturaleza (si pudiéramos, para qué íbamos a buscar en ella un sentido). En el punto conocido como Rock Creek una mujer de Minnesota alimenta a las ardillas (las llama chistando como si fueran palomas) y me da un puñado de manises que me da apuro tirar al monte. Los tiro a la remanguillé porque no voy a conducir con ellos en la palma. Algo se los comerá o se lo tragará la tierra y crecerá un árbol, yo qué sé. Un tipo también de Minnesota me pregunta que de dónde soy. “Yo he venido cien veces aquí”, me confiesa, la mirada vidriosa de quien siente envidia hacia quien ve algo maravilloso por vez primera.

Todavía queda por subir, y se van perdiendo los árboles, porque estamos en la cima de una señora montaña de Montana... o de Wyoming, porque la cumbre se la reparten ambos estados. También se reparten nieves (estamos a 10 de julio) con hasta diez metros de alto en alguna curva y quitanieves aún en funcionamiento. La cima está a más de 3.000 metros (el Teide tiene 3.700). Hay lagos glaciares. Y frío. Y viento. Estamos a noviembre de pronto. Las montañas son dálmatas, la nieve parece tener sangre en las entrañas. Hay que bajar.

Al otro lado, el valle es completamente diferente al de subida. Es la antesala de Yellowstone, con picos rocosos y valles fértiles, más pardo que verde oliva, tonos pastel frente a las sombras de la subida, más naturaleza que piedra, pop y rock.

¿Yellowstone? ¿Todavía queréis que hable de Yellowstone? Estoy yo para hablar tras cuatro cervezas de Missoula.  

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