sábado, 7 de julio de 2018

Hoja 4: Hacia el oeste, cuando te espera el sureste

No me preguntéis por qué hay gilipollas en el mundo que cruzan con su niño de dos años a la espalda a través de rocas resbaladizas como un piropo del demonio.

(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Bemidji (Minnesota)-Lake Itasca-Fargo (Dakota del Norte)-Kimball (Dakota del Sur): 790 kilómetros.


En el escalón de rocas que delimita este extremo del Lago Itasca, al norte de Minnesota, nace el río Mississippi.
Un dato/hecho: El Mississipi es el segundo río más largo de Estados Unidos tras el Missouri y el segundo más caudaloso por detrás del Ohio. Pero nadie duda de que es el más importante, pese a ser segundo en todo. Será la importancia de saber cuál es tu sitio. 

Lo bueno de llegar a un parque nacional antes de que pongan los árboles de temprano es que te puedes sentar y poner a remojo los pies. Luego, una hora después, allí hay más gente que en Nochevieja en Sol.

Un libro: 'Las aventuras de Huckleberry Finn', de Mark Twain. No hay mejor libro no solo del Mississippi, sino de esa resbaladiza edad en la que todo te empuja a crecer de una vez pero hay un alma en tus entrañas que te dice que no, que esperes, que sigas siendo un niño. 

Desde esas rocas para abajo, todo es río hasta México, un continente después.

Una canción: 'Down by the water', de The Decemberits. Porque cuando algo nace lo único que sabe es que algún día, cerca o lejos, se acabará.




Y este es el lago donde todo nace.

Una película/serie: 'Mud', de Jeff Nichols. Una revisión moderna, y sin atisbo de romanticismo, de las viejas historias de iniciación junto al Mississippi. Somos más cínicos en estos tiempos. 


Lo de abajo es tarta de calabaza y era estupenda también. Y no, no pedí ración doble, pero alguien debió de entender que habían cortado una porción demasiado pequeña y pusieron otra igual.

Una comida/bebida: Iba el día con la pinta de que iba a recomendar unas cerezas de Michigan que compré en Chicago y me iba comiendo en el coche cuando antes de recluirme en el motel en Kimball he pasado por el Ditty's Diner y he tomado una cena más que digna: alitas picantes y wrap de pollo frito.  




Un descubrimiento: Fargo. Como el GPS me llevó al teórico centro y la Main Street (que siempre es donde está la acción en cualquier pueblo) es dolorosamente triste, iba a criticar la nadería de Fargo. Pero crucé la vía del tren y me encontré con una calle con un ambiente que más quisieran capitales.


Mucho atasco no me he comido hoy, la verdad.

Un error: Más que un error son las exigencias de un viaje como este, que acoplo los días según puedo. Empezar la jornada con el nacimiento del Mississippi, por definición, es el punto culminante. Las ocho horas restantes, de este modo, se han hecho eternas en la carretera.

A cien metros de su nacimiento, con tres metros de ancho y algo menos de medio de profundidad.
Una imagen: El primer puente sobre el Mississippi, a cien metros de echar a rodar. 



Una historia: El desnivel es de apenas diez centímetros, una medida escasa a todos los efectos. El lago Itasca, cuya forma de habichuela aplastada al fondo de una bolsa de la compra se retuerce al norte de Minnesota, se tropieza con una hilera de rocas humildes (la más grande apenas llega al doble de un balón de fútbol) y se escurre por donde puede. Al lago, que dicen que es glacial (signifique lo que signifique eso), le sobra mucha agua y en ese pequeño escalón ya se crea una corriente con ansias de empezar a recorrer el largo camino que le espera hasta el mar (anda que no está lejos cualquier mar de aquí). El remanso al que caen las aguas que le sobran al Itasca suma unos veinte metros de diámetro (a eso de las diez se queda diminuto para tanto turista) y luego fue esculpiendo durante siglos un sendero de agua de unos tres metros de ancho (y si llega al medio de profundidad es porque estamos exagerando). A ese hilo de agua lo llamaban los indios algo así como 'río que ocupa un gran espacio'. Mississippi, al cambio semántico de la época. 
Dudo mucho que aquellos indios pensaran que ese gran espacio que ocupaba el río diera como para 4.000 kilómetros de longitud. Pero a saber, porque ellos tenían tipos que leían las estrellas, observaban las vísceras de los bisontes como si fuera un canal de pago, bailaban para que lloviera (y llovía, porque siempre termina lloviendo) y tal.
Hasta lo más grande nace pequeño. 
Que diría Buddy Holly anticipando a Paulo Coelho.
El Mississippi nace pequeño y corriendo hacia al oeste y, a unos cien metros, gira hacia el norte en una semi circunferencia en forma de hoz o de cicatriz en la frente de todo el Estado de Minnesota. O sea, empieza a andar hacia donde le da la gana, porque el Golfo de México está hacia el sureste. Sin prisas.
Todo esto, que parece un folleto informativo del centro de visitantes de la cabecera del Mississippi, está repleto de metáforas, que es una virtud del lenguaje por la que cada ser humano saca la conclusión que le da la gana de cualquier cosa.
Todos somos un poco Mississippi.       

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