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martes, 31 de julio de 2018

Hoja 25: Leer después de comer (edición 2018)

Como estoy con la circularidad del viaje, aquí va una caja de los mejores donuts del mundo, hechos por manos amish en Pennsilvania.

(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Bennington (Vermont)-Nueva York (Estado)-Nueva Jersey-Lancaster (Pennsilvania)-Gettysburg (Pennsilvania): 620 kilómetros.

Otra nota previa: Aunque siga el formato habitual, este post solo hablará de comidas (excepto la historia), porque sé que es os mola y una foto al día no es suficiente...

Una canción: 'Space Oddity', de David Bowie. Para una canción grandiosa en todo (forma, contenido, etcétera), una de platos que podrían haber entrado en los premiados de cada día perfectamente. O sea, los mejores.







Por orden de fotos: 

-El caimán de Cochon, en Nueva Orleans. En su día dije que comí cocodrilo y era cierto, pero lo fue en una especie de tarta de queso y sabía a tarta de queso. Aquí comí trozos como croquetas de abuela de grande y, bueno... supongo que depende de cómo lo hagan. Aquí, en el Cochon, lo rebozan finamente y le ponen una salsa picante genial. Estaban maravillosos. Por lo demás, el caimán no sabe a nada especial, aunque su textura es algo dura, como de conejo de hace dos días. Pero eso de que es como el pollo... si se refieren a que no tiene sabor distinguible, vale. Lo que está claro es que es una carne para tratar y depende de lo que la acompañes o le eches al guiso. A la brasa debe de ser como morder una suela de una zapatilla de esparto. 

-El pato con mole y picante, de Frontera Grill, en Chicago. Comida mexicana cuidada y detallista. Sabores intensos pero reconocibles bajo el picante. 

-Mero con verduras, del Husk, en Charleston. Parece simple (y de tan simple, le sobra tanto cilantro que le ponen para darle algo de sabor que no necesita). Aunque esas habitas diminutas, el tomate casero y el mero, claro, perfectamente cocinado, lo llevan a este particular podio. 










Un libro: 'El poder y la gloria', de Graham Greene. Y aprovecho para recuperar aquel día en el béisbol en Chicago, con su cerveza, su perrito cutre que venden entre las gradas, un perrito que me tomé el día antes como Chicago manda (como pidas ketchup te dan patadas hasta Seattle) y, tras el partido, el bocadillo de ternera típico de la ciudad del sitio más típico, el Al's (en su franquicia junto al estadio de los Cubs).





Una película: 'El imperio contraataca'. En mi altar de la ciencia ficción y aventuras. La uso para destacar otros tres grandes platos:

-Salmón del Pacífico norte, en el Spinners, de Gold Beach (Oregón). Más blanquecino de los que conocemos en Europa, un sabor más sutil y elegante y menos intenso. 

-Las tortitas del Ruby's Slipper, en Nueva Orleans. A cada cual mejor: con sabor a crema la primera, de nueces y bacon (sí, bacon, la segunda) y con fresas, arándanos y otra vez bacon la tercera. 

-El surtido de pescado (merluza, vieiras, almejas y gambas: todo frito, claro) del Harbor View, en Bucksport (Maine). 



Un error: El Mickey's Diner de Saint Paul. Mucha fama en todas las guías, mucha cochambre (una limpieza o una inspección de sanidad le vendría bien), pero comida normalita (tostadas tipo bimbo, lomo con vetas y mucha patata para compensar). Encima es el único sitio en el que he estado en todo Estados Unidos en el que no me han rellenado el café ni una sola vez (ni preguntaron). Estaba vacío, no era por exceso de gente. 



Un descubrimiento: El Compass Rose Cafe de Brookings, en la frontera entre Oregón y California. Allá donde estuve atento a la tertulia política de los cazadores. Desayuné muy a gusto tortitas y esta tostada de aguacate con huevo pochado en un sitio muy agradable. Es más una sensación de lo bien que estuve que una comida especial. 



Una imagen: Tomarse un cóctel decadente en el Vesuvio (sí, ellos lo escriben así) de San Francisco. Era el bar donde se reunían los Gingsberg, Kerouac y demás beat. 



Un dato/hecho: Solo he comido hamburguesa en cinco ocasiones... casi como más en España de media que aquí (he estado un mes, no olvidadlo). Y solo puedo destacar la de la primera noche en el Gage, de Chicago. En concreto, era de venado. Tampoco pasaba del 6,5. Luego he tomado en Clear Lake -en una cadena que he olvidado hasta el nombre porque no había otra opción cerca- Bemidji, el posavasos de cartón del Gran Cañón y una en Nueva Orleans en plena juerga. 


Una comida/bebida: Las tortitas han sido la comida del viaje. Me ha dado por ahí este año, seguido de cerca por las french toast (con bastante peor suerte en este segundo ramo). En la imagen, las del Blue Benn en Bennington (Vermont) de este mismo martes. Una de frambuesa y chips de chocolate (espectacular) y otra de plátano y nueves (magnífica).

Lá unica novedad este año en Gettysburg es que me acerqué a la colina donde el 20 de Maine defendió una posición imposible.




Una historia: Como lo que pienso de Gettysburg ya lo conté el año pasado le robo un párrafo a Faulkner de su 'Intruso en el polvo' cuando cuenta a su manera la famosa carga suicida de los sudistas. La traducción es mía directa del inglés para no incurrir en derechos de autor nacionales: 

"Todo depende de ahora y lo sabes. Ayer no habrá terminado hasta mañana y mañana empezó hace diez mil años. En cada chico sureño de 14 años, no una vez sino cada vez que lo desee, hay un instante cuando aún no son las dos en punto de aquel mediodía de julio de 1863, las brigadas están en posición tras la valla del ferrocarril, las armas están preparadas y listas en los bosques y las banderas enrolladas están ya aflojadas para desplegarse y el propio Pickett con sus largos rizos aceitosos y su sombrero probablemente en una mano y su espada en la otra mira ladera arriba a la espera de que Longstreet dé la orden y está todo en el alero, nada ha ocurrido aún, no ha empezado aún siquiera, no sólo no ha empezado aún sino que hay todavía tiempo para que no empiece nada contra esa posición y esas circunstancias que mandarán a la tumba a más hombres que Garnett y Kemper y Armistead y Wilcox, aunque va a comenzar, todos lo sabemos, hemos llegado demasiado lejos con demasiado en juego y en este punto no hace falta ser un chico de 14 años para pensar Esta vez. Puede que esta vez con todo esto por perder y todo esto por ganar: Pensilvania, Maryland, el mundo, la mismísima cúpula dorada de Washington que corone con una victoria desesperada e increíble el gambito desesperado, el órdago lanzado dos años atrás; o para cualquiera que alguna vez haya navegado en un esquife en plena marejada, el momento en 1492 cuando alguien pensó Esto es: el absoluto punto de no retorno, de volver atrás ahora y regresar a casa o navegar irrevocablemente y bien pisar tierra o sumergirse en el borde rugiente del planeta".

viernes, 27 de julio de 2018

Hoja 21: ¿Quién vive ahí?

Casas cerradas, basura sin recoger desde hace días, ningún cuidado de acerado y zonas comunes. Eso es gran parte de Baltimore. También la real.

(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Arlington (Virgina)-Washington DC-Maryland-Delaware-Atlantic City (Nueva Jersey)-Fishkill (Nueva York): 620 kilómetros.


En la serie se llamaba de otra manera, el Kavanagh, pero en esta esquina se vomitó alguna vez el exceso de cerveza y whisky.

Una película/serie: 'The Wire', de David Simon. La mejor serie de la historia y la segunda en mis preferencias absolutas (soy de 'Deadwood' hasta el final). Unas pocas líneas no le hacen justicia, salvo en que, 15 años después, Baltimore no parece que haya mejorado mucho si te sales del puerto interior para turisteo.



Una canción: 'Way down in the hole', de Tom Waits. Aunque pongo montaje con las cinco versiones que encabezaron cada una de las temporadas de la serie. 





Estación central de policía de Baltimore. En la manzana contigua está la zona de los clubes de alterne: como veinte en cien metros.

Un libro: 'Cualquier otro día', de Dennis Lehane. Colaboró como guionista en la serie y el libro cuenta la historia novelada de una familia de policías cuando se creó el primer sindicato en el cuerpo de los USA en Boston. Novela negra que es también una de esas grandes novelas americanas universales. La especie de segunda parte ('Vivir de noche') bajó mucho, pero 'Ese mundo desaparecido', que cierra la saga, es digna heredera de la impresionante primera entrega.




Una comida/bebida: Es de la noche del jueves en Arlington (junto al DC). Lo tomé en el Ray The Steaks y es, probablemente, la mejor pieza de carne que he tomado en muchos, muchos, muchos años (por no ser absoluto). Es un corte americano (no hay equivalente español), de la parte tierna del rib-eye, que sería algo así como un solomillo con consistencia o un chuletón tierno que se pueda cortar con el tenedor.




Una imagen: Desde lo alto del embarcadero de Atlantic City que se adentra en el océano y que hoy es un centro comercial. Empezaba a llover. 




Un error: Amparito se ha vengado de que haga sorna con ella. Cuando he puesto que me lleve a West Point me ha mandado a la mitad de la nada (eso lo he visto luego), pero lo peor es que, para llegar allí, me ha metido en el peor atasco de todas las rutas pop que, de haberme dirigido bien (vi carteles tarde), no hubiera acabado ahí encerrado: una hora de retención para 500 metros. O quizá la culpa no sea de Amparito, porque no puede ser casualidad tampoco que en todos mis viajes apenas he visto diez rotondas y el atasco de hoy lo provocaba, precisamente, una rotondita.  




Un descubrimiento: Nuestra Señora de las Autopistas. No es broma: en Childs, al norte de Maryland casi tocando con Delaware, hay una capilla erigida en honor a esta advocación desde el año 1973, cuando los franciscanos que vivían en la zona asistieron a un accidente múltiple ocasionado por la niebla. No hay foto, porque no no me dio tiempo, pero os dejo una de los alrededores (y hoy también había niebla). 




Un dato/hecho: En una ciudad como Atlantic City, donde todo es una imitación de una imitación (querer parecerse a Las Vegas es algo muy triste), hay una estatua, en la parte más noble del embarcadero (donde está el centro oficial de congresos) dedicado a todos los obreros que han muerto en distintos trabajos de construcción de la ciudad. 





Una historia: Nunca he visto una ciudad con más casas tapiadas y cerradas, clausuradas y ni siquiera con un cartel de se vende porque saben que jamás la venderán. Eso, en el caso de que alguien sepa quién es el propietario. 

Baltimore es una ciudad amarga, sueño americano devenido en pesadilla que no termina, dura y cruda realidad que superan a la ya descarnada ficción. En el radio mínimo que late alrededor del Puerto Interior hay un empeño en lucir como un lugar amable, simpático con los visitantes, que de desvive por desplegar una oferta de turismo familiar: tres barcos históricos y un submarino se pueden visitar a pie de muelle, hay decenas de atracciones infantiles, grandes cadenas de restaurantes y una estampa bucólica de yates amarrados al otro lado de la bahía. Aquí nació el himno nacional en 1812, proclaman orgullosos.




Todo eso lo vi al final de mis dos horas en Baltimore. Como es lógico, esta ruta peca de apresurada y de impresiones a salto de mata. Puede que sea injusto con Baltimore por abordarla con un paseo largo en coche (en las zonas más 'The Wire' mejor no bajarse del coche y no estar mucho parado) y otro a pie por el centro. Aunque cuando lo único que ves, en la zona turística y en el resto de la ciudad, son indigentes sin saber qué hacer ya a las seis y media de la mañana es que algo no termina de funcionar. 


Hay numerosos carteles anunciando que se compran casas (arriba a la izquierda).
No solo en las zonas deprimidas (que son inmensa mayoría). También junto a la comisaría principal, el Ayuntamiento, tirados en un banco del monumento contra el Holocausto, en el suelo del bonito puerto interior (supongo que cuando abran los comercios y las familias se perderán en el paisaje). Incluso en un barrio que barrunto que era bueno porque solo había blancos paseando al perro y haciendo carreritas, el aspecto de las casas tiende a destartalado, uniforme, apocado. 




'The Wire' es mucho más que una radiografía de Baltimore. Es una metáfora de los monstruos que también crea toda sociedad desarrollada; cuando digo monstruo me refiero a un entorno, no a una persona. Es posible que Nuestra Señora de las Autopistas velase por mí y me enviase una tormenta apocalíptica cuando me adentré en el oprimido West Baltimore. Digo que veló por mí porque la tromba de agua impidió que se me ocurriera bajarme del coche o recrearme en las fotos (de ahí que salgan movidas o parezcan precipitadas... porque llovía a manguerazos y fueron precipitadas). Aun así, más de una mirada fija me llevé de viandantes renqueantes y huesudos, cansados y encorvados. 




El centro solo es ligeramente mejor a las afueras. En los alrededores del Ayuntamiento, como está la comisaría cerca, puedes sentirte algo más seguro. Eso sí, solo vi coches de policía aparcados y somnolientos, ni un solo agente. 


Otro fondo habitual en la serie. La estatua de delante está decida a todos los "negro heroes".

Imagino que todas estas percepciones nacen de la sensación de desamparo que se inoculó mientras conducía de afuera hacia dentro y de dentro hacia fuera de Baltimore. Pareciera que nadie, o casi nadie, quiere vivir aquí. La gente se va de las casas, alguien las ciega y se caerán a pedazos algún día (muchas de las localizaciones, en particular las que se filmaron en viviendas protegidas, ya han sido derribadas).

Aun así, menudean los carteles de gente que se ofrece a comprar casas. No voy  especular más sobre supuestas especulaciones.


Esto es ya Atlantic City, donde en el embarcadero abundan los negocios cerrados.



Luego, unas tres horas más tarde, Atlantic City no elevó las buenas vibraciones, precisamente. Sabía que no queda nada de lo que aparece en otra de mis series más queridas, 'Boardwalk Empire'. Aunque una cosa es un decorado y otra un embarcadero mal baldeado, con el olor agrio de la orina, los vómitos, el alcohol derramado y la suciedad apenas baldeada. El día de niebla tampoco ayudaba a quitarte la idea de estar en un Fin del Mundo, donde solo faltan los zombis, en un paseo desangelado, con poco visitante y en el que unos enormes monitores de pronto rompían el silencio con estruendosos anuncios. La denominada Las Vegas del Este es un grisáceo paseo marítimo de obras y cartón piedra, sucursales de bajo coste de casinos famosos de la verdadera Las Vegas y una playa donde, para rematar el día, los escasos turistas tuvieron que huir de ella a toda prisa cuando se precipitó la tormenta.

Nuestra Señora de las Autopistas, que volvía a invitarme a marcharme corriendo de allí, porque será que no quiere que vea más las sombras de su país.  

domingo, 22 de julio de 2018

Hoja 17: El sol siempre sale



(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Oxford (Mississippi)-Nueva Orleans (Luisiana): 600 kilómetros.







Una canción: 'The House of the Rising Sun', de The Animals. No podía ser otra. Originariamente titulada 'The Rising Sun Blues', es un clásico de esta ciudad y me ha acompañado desde que tenía apenas 12 años y se coló en un recopilatorio de canciones antiguas que llegó a mis manos. 






Velada de sábado tarde en el Spotted Cat, de Frenchmen Street, un habitual de la serie Treme.

Una película/serie: 'Treme', de David Simon. Considerada por muchos obra menor del autor de 'The Wire', para mí es de las mejores posibles. Me enamoré de Nueva Orleans antes, durante y después de verla y antes, durante y después de conocer la ciudad en persona.


No es una columna, sino un pedestal sin su estatua. Ahí arriba estaba el general Lee, y la plaza se llamaba Lee Circle. Pero, como en otras ciudades, han decidido ir erradicando símbolos confederados y Lee era el jefe máximo de los grises. 

Un libro: 'La conjura de los necios', de John Kennedy Toole. Libro ambientado en esa Nueva Orleans mugrienta y enajenada, sucia y límite. Una novela maldita porque se publicó después de que su autor, tras enviarla a decenas de editoriales y ser rechazado, se suicidase. Fue su madre la que retomó el ingrato trabajo del hijo y lo intentó durante once años, hasta que se puso en contacto con Walker Percy (autor de otra estupenda novela ambientada en Nueva Orleans, 'El cinéfilo', y que sí había tenido éxito), quien medió ante las editoriales. Se publicó en 1980 y en 1981 ganó el Pulitzer. Pero su autor llevaba casi doce años muerto para entonces.


El tipo que me hizo la foto llevaba una cámara que podría costar la mitad del PIB de Japón y se puso a hacer escorzos para pillar angulo (casi se mata contra un cañón que hay detrás). Quizá la moda en fotografía ahora sea cortar las cosas por los extremos. 



Un descubrimiento: La ciudad se ha adecentado ligeramente para el turista. En el camino, ha perdido algo de encanto: por ejemplo, hace tres años se podía bajar hasta el río por una destartalada escalera de madera que te llevaba hasta el agua si querías. Ahora lo han cambiado por unas gradas de cemento que te dejan a unos metros (lo otro es verdad que es un poco peligroso en una ciudad de borrachos como esta). También, para llegar hasta aquí han arreglado el camino existente desde la plaza de Jackson: antes había que atravesar unas vías de tren en un entorno como en una novela de Dickens. En 2018, está bien pavimentado y mono. Serán los festejos por los 300 años de historia. 


Monumento a los inmigrantes italianos junto al paseo del río.

Un error: Seguir empeñado en que es buena idea eso de irme a andar bajo este calor de bochorno y barbecho que hay en Nueva Orleans.




Un dato/hecho: En 1719, los barcos 'Aurore' y 'Duc du Maine' llegaron a Nueva Orleans con 451 esclavos a bordo. Fue el inicio de un siglo de trata de personas reglada que, incluso prohibida en 1808, seguiría produciéndose en este puerto hasta mediados de siglo. Ah... lo permitieron en ese tiempo franceses, españoles y americanos.




Una comida/bebida: La Muffuletta de Cochon Butcher es el mejor bocadillo que he probado. No tengo nada más que decir. 




Una imagen: Una postal en mitad de la nada del Estado de Mississippi, donde la vegetación exagerada que origina el cercano río madre ha atrapado para siempre a este tren de mercancías. 


Puerta de un garaje real con las indicaciones que se apuntaban en los días posteriores al Katrina para los equipos de salvamento. Está en una exposición que organiza el Cabildo. 

Una historia: Podrían ser 1.833 historias, aunque me voy a atener a los hechos:

-Nueva Orleans ha sufrido desde su fundación múltiples incendios e inundaciones que han arrasado la ciudad una y otra vez. La crecida de 1927 es especialmente famosa porque incitó a las autoridades a tomar medidas de una vez para protegerse. Igualmente, es menos famosa pero sí una vergüenza que en aquel año se decidiese abrir las compuertas de las zonas cercanas a los barrios más pobres para impedir que el agua llegase a los ricos. Donde pone pobre ponga negro y rico, blanco. 

-Durante décadas, parecía que las medidas de ingeniería funcionaban. Lo que no sabían es que las decisiones adoptadas para protegerse de las crecidas y venidas del Mississippi habían dejado desprotegida (erosionando recursos naturales que llevaban milenios) a la ciudad de otro tipo de inundaciones: las de huracanes y tormentas que subieran el nivel del mar y de las marismas circundantes.


Un osito enfangado.


-Los expertos se han llevado medio siglo advirtiendo que esto pasaría.

-El 9 de septiembre de 1965, se desató sobre Luisiana Betsy, más conocida como la Billion Dollar Betsy, ya que fue la primera tormenta que provocó daños por encima de esa cantidad. Dos semanas después de que muriesen 68 personas y fueran rescatadas 22.000, el Congreso aprobó una serie de medidas de protección de la ciudad. 


El piano de Fats Domino, tal y como quedó. Domino, la estrella del rock, vivía en el Ninth Ward, el barrio más perjudicado por el Katrina.

-A finales de agosto de 2005, el Huracán Katrina impactó contra Nueva Orleans. Habían pasado 40 años desde Betsy y jamás se terminaron esas obras de emergencia por falta de fondos. 

-Alrededor de un milón y medio de personas de toda Luisiana fueron evacuadas. En Nueva Orleanas se quedaron unas 100.000, hasta 35.000 de ellas hacinadas en el Superdome (estadio de fútbol americano). 

-Betsy había añadido una frase a la cultura popular de Nueva Orleans: "ten un hacha en el ático'. Se refería a que cuando viene una inundación, una familia corre a la parte más alta de la casa, para encontrarse que no tiene salida. Con un hacha en el ático, puedes romper el techo y salir. 


Tommie Elton Mabry quedó atrapado en un apartamento en un barrio de las afueras. Se dedicó a escribir en la pared un diario con sus experiencias.

-Durante el Katrina, no solo murieron personas ahogadas, por accidente o golpeadas con restos que volaban en el huracán. Un número muy elevado murió en sus casas, deshidratadas, sin nada que beber o comer, de un ataque al corazón o por carencia de medicinas. No en vano, la mitad de las víctimas fueron personas mayores de 75 años (ese rango de edad apenas supone el 6% de la población). En los hospitales murieron antes de ser rescatadas casi 200 personas. 

-Las autoridades federales se escudaron en que Nueva Orleans era una ciudad sin ley para no actuar. Había pillaje y hasta francotiradores que disparaban a la policía, decían. Los testigos presenciales lo niegan. En los tribunales aún se dirimen casos que hablan de lo contrario: una decena de policías son investigados por disparar a gente desarmada.

-"¿Es esto América?". Se preguntó un periodista de Chicago, avergonzado de que el Gobierno no actuase. El periódico local, el Times Pycayune, nunca dejó de informar por internet y volvió a salir en papel cuatro días después de que el Huracán golpease con fuerza 5 la ciudad. Los periodistas iban en lanchas a cubrir las historias.  

-Las 1.833 historias de las que hablaba al principio podrían ser las de cada una de las personas que murieron por culpa del Katrina.