jueves, 26 de junio de 2014

La canción de la Ruta



La música es así. Tiene esa capacidad de regalarnos la canción perfecta para el momento perfecto en el momento menos inesperado.

Esta frase un poco (o mucho) a lo Paulo Coelho (lo siento, de veras que siento nombrar a Paulo Coelho aquí) viene a colación porque ya tengo la canción estandarte de Una Ruta Pop 2: Gotta get away, de los Black Keys. (Si existiera aún el blog original podría enlazar a las tracklist que fui subiendo en el anterior viaje, pero, ya sabéis... los post se perdieron como páginas en Hostinger).

Inserto aquí vídeo churretoso (por aquello de que los Black Keys han capado vídeos de su último trabajo), así que os invito a escucharla como se merece en cualquier otro lado.



En cualquier caso, ahora explico el inicio de este post: desde que escuché el álbum hace un mes no podía quitarme de la cabeza este ejemplo perfecto de canción ligerilla, pop-rock tradicional, muy alejada del tono general de todo el disco (estupendo, por otra parte). Sin embargo, no ha sido hasta hoy que no he ido a comprobar la letra y me sorprendo sobre su significado, ya que va de un tipo que por olvidar a la chica (aunque la madre muy bien que le avisa de que es en vano) emprende un viaje a lo largo y ancho de Estados Unidos: de San Berdoo (acepción coloquial de San Bernardino, California) a Kalamazoo (en Michigan, pero muy cerca de Chicago: lo que más o menos viene a ser un homenaje –o eso me estoy inventando yo- a la histórica ruta 66, que unía Chicago con Santa Mónica, también en California), pasando por Atlanta (de ahí lo de largo, además de ancho).

Así que buscad una buena versión y subid el volumen.

La Ruta Pop 2 empieza a tener su propia banda sonora...

 

miércoles, 25 de junio de 2014

La Ruta Pop Contraataca (o Ruta Pop 2)






Las reservas están realizadas, el vuelo comprado, el visado obtenido… La Ruta Pop Contraataca (o la Ruta Pop 2) ya está aquí, a poco más de dos semanas de echar a rodar. 

Y este post, además de informar sobre destinos, carreteras, cunas varias e intenciones, se ganaría un bono adicional de utilidad si alguno de vosotros me aporta una pista, una recomendación, una petición, un capricho sobre alguno de los lugares que visitaré.

-Ya era hora, pesao…

Americanity también está listo, por lo que veo…

En fin, ya desvelé el núcleo de la ruta, que será Nueva Orleans. A diferencia de la Ruta inaugural (que en sus 13 días me llevó a once hoteles distintos), en esta ocasión pasaré hasta ocho noches en un mismo lugar (aunque no en el mismo hotel) y el total de kilómetros recorridos será de unos 3.000 en siete días (frente a los 7.000 de diez de hace un año).

Lunes, 14-Sábado 19 

Nada más aterrizar el 14 de julio en el aeropuerto Louis Amstrong, me voy directito al Hotel Pelham, a muy pocos metros del Barrio Francés (que es donde se concentra el meollo más turístico y tópico). Hasta el sábado, 19 de julio, por la mañana estaré en la Big Easy (o Nola, que son los apodos con los que se conoce a la ciudad) y supongo que habrá mucho paseo, mucha música, mucha comida y alguna que otra resaca. 

Es decir, que haré un Tremé completo.

En este vídeo dan un repaso a algunos lugares míticos para comer y su relación con la ciudad:

 

Sábado, 19 

Me subo al coche después de cinco días y remonto el Mississippi a través de la carretera 61, a la que prácticamente moja el río en la mayoría de su recorrido. El objetivo final de la noche es Greenville (estado de Mississippi), pero pasaré por Indianola, Rullervile, Greenwood o Cleveland, todos ellos enclaves fundamentales en la historia del blues.

¿Por qué duermo en Greenville en concreto? Porque pretendo cenar en el Doe’e Eat Place, un lugar que no pocos críticos apuntan como uno de los mejores de todo los USA para tomarse un buen corte de carne.

Domingo, 20

Continúo remontando la carretera 61, pasando por Clarksdale (donde ya estuve el año pasado) y con rumbo a Memphis. Sí, ya lo sé: el año pasado estuve en Memphis (los vuelos llegaron y partieron de allí), pero no llegué a entrar. Y tengo que rendir visita a otra cuna, esta vez la cuna del rock and roll: el mismísimo Sun Studio

Tras comer en alguna de las famosas costillas barbacoas de la ciudad (la mascota de Memphis es un cerdo con delantal… y no estoy hablando de Marc Gasol), pongo rumbo a Oxford de nuevo.

-¿Pero por qué, si pasaste allí tres días el año pasado? Mira que eres pesado con Faulkner… -clama Americanity.

Pues porque me quiero pasar de nuevo por la librería Square Books, comprarme algo más de Faulkner y tomarme una cerveza en el balcón del Bouré. Todo eso lo hice el año pasado, pero no podía pasar a 20 kilómetros de Oxford y no repetir.

Esa noche duermo en Tupelo, lugar de nacimiento de Elvis, pero no sé si me dará tiempo a echarle un vistazo a su casa.
 

Lunes, 21

Salgo muy temprano de Oxford, tomo la Natchez Trace Parkway (una de las carreteras del sur más hermosas, dicen los tipos de las guías: ), me calzo un desayuno tardío en el mítico Loveless Café (anda, loveless como yo), muy cerca de Nashville y sigo hacia el este en dirección a Georgia.

En concreto, recalo en Dahlonega, al norte de ese Estado. ¿Qué se me ha perdido allí? 

Me explico: En torno a 1830, la colonización americana en esta zona estaba más o menos avanzada, pero aún permitían vivir a muchos indios en la zona. Lo malo es que de pronto se descubrió una mina de oro en la zona (que era sagrada para los indios) y no tuvieron mejor idea que expulsar a todas las tribus de la zona hacia el oeste. Aquella fue la primera gran fiebre del oro de la historia. Y, de paso, actualizó el concepto daños colaterales por razones económicas, ya que precipitó lo que se conoce como Sendero de Lágrimas, una peregrinación masiva de indios hacia el oeste que mató a miles de ellos de hambre y cansancio en el camino. Más allá de las guerras concretas que luego vendrían (las del General Custer más al Oeste), el Sendero de Lágrimas fue una masacre que los indios no perdonan: murieron unos 4.000 de los 17.000 que fueron desplazados (la cuarta parte, nada menos).

Martes, 22

Emprendo el regreso al sur, cruzando los estados de Georgia y Alabama (con breve parada en Senoia, en Georgia, lugar donde en la ficción el Gobernador se convirtió en un tipo más peligroso que los zombis en The Walking Dead). Dormiré en Mobile, en la costa de Alabama.

Miércoles, 23

Me dirijo a territorio Cajun, a unas 100 millas al norte de Nueva Orleans. En concreto, a Lafayette. Los cajun descienden de un grupo de franceses a los que expulsaron de Canadá en las guerras previas a la de la Independencia de 1776. Terminaron en el sur de Lousiana, donde se asentaron y donde han desarrollado una cultura propia y muy particular que se ha extendido al resto del Estado (su comida y sus costumbres han enraizado a la perfección en Nola).

Jueves, 24

Continúo en la zona y duermo en New Iberia, la única localidad de fundación hispana (malagueños, para más señas) que queda en la zona. Aprovecharé que me muevo en el mismo territorio para visitar pantanos, paisajes desolados (en efecto, los de True Detective o True Blood).

Viernes, 25-Lunes 28

De vuelta a Nola, al Hotel Richelieu, que me deja a un  paso de la zona de garitos de Frenchmen Street (y que está ubicado en el mismo Barrio Francés). 

Y me emborracharé de pena, lo veo con claridad, por tener que volver...



jueves, 19 de junio de 2014

Repaso gastronómico a la Ruta Pop



Creo recordar que una de las cosas que más llamaron la atención de mi aniquilado blog (como si perteneciera a la familia Stark, no tuvieron piedad con él desde Hostinger) fue la comida. 

Las fotografías de comida, mejor dicho. Así que he pensado en recuperar las distintas fotos que le fui haciendo a los platos en el viaje de la Ruta Pop original (septiembre de 2013) en un repaso exprés al menu que me fui zampando entre miles de kilómetros y decenas de carreteras solitarias.

La primera hamburguesa, en el aeropuerto de Charlotte. Nada especial, pero fue mi primera toma de contacto.

Un desayuno espectacular, en un dinner de carretera en Osceola (Arkansas). Un muffin, patata asada cortada a tiras, salchicha, queso, huevo y la salsa cremosa que le ponen a todo por aquellos lares.

Pepinillos rebozados en un bar a pocos metros del estadio de béisbol de San Louis mientras ponían en la televisión un partido del equipo local. Me arrepentí durante horas por el ardor que me provocaron.


 La mejor hamburguesa del viaje. Carne espectacular, queso, bacon y salsa barbacoa. En el Bob's Cafe de Sioux Falls (Dakota del Sur).




El pollo frito es en Estados Unidos lo que la tortilla de patata en España. Todos dicen tener el mejor. Hasta el día de hoy, el que comí en el Brookville Hotel (en Abilene, Kansas) es el mejor que he tomado.


Mi mayor error en la elección de comida. Desperdicié un buen corte de ternera en Alliance (Nebraska) al pedirlo guisado (creía que con asado querían decir a la parrilla, como ocurre con la cocina argentina).



Una hamburguesa en pan de molde y unos langostinos rebozados con toques de coco. Sobre mi cabeza, una pantalla gigante donde arrancaba la temporada de fútbol americano y un local repleto de militares. En Sheridan, al norte de Wyoming.

La imagen engaña porque las patatas están en primer plano, pero tened en cuenta que el vaso del fondo es de tamaño pinta (no de caña) y quizá os hagáis una idea del tamaño del chuletón. El mejor corte de carne del viaje, en Deadwood (Dakota del Sur), en el local donde hace siglo y medio estuvo el Gem Saloon, el local de Al Swearengen.


La versión del montado de lomo (aunque es un desayuno) en un recóndito local de carretera de Florence (Kansas). Además de esa patata asada cortada a tiras, ponen huevo, queso y salsa en un pan de muffin.

Otra ración contundente de pollo frito. Muy, muy bueno (allí, en su nación de origen, el pollo del interior está jugoso, no seco como los que tomamos aquí). En el Chicken Mary's de Pittsburg (Kansas).  
Otro desayuno, esta vez en un local de cadena en Springfield (Missouri). La luz oblica da fe de que el sol estaba saliendo. Básicamente, son los mismos ingredientes que el de Osceola. Pero no hay color.


Hay vida más allá de los filetazos, las hamburguesas y el pollo frito. Por ejemplo, esto que llamaban salchicha pero que se parece más a un chorizo criollo. Con queso de cabra y jalapeños. En Oxford, Mississippi.

En la misma cena que me abotoné las salchichas de la foto anterior cayó esta hamburguesa con queso azul y, en un arranque de valentía, más pepinillos rebozados. En el Café Bouré.

¿Quién dice que no comí sano? Probé el pescado también. Fue en el Proud Larry's, en Oxford.


Hay que bajar la comida con algo. Y una cerveza de la tierra (Mississippi) es la opción idónea. Lazy Magnolia es la marca, se fabrica junto al gran río y esta es una variedad basada en nuez. Desde la terraza de la planta superior del Bouré, en el corazón de Oxford, el pueblo donde vivió Faulkner desde pequeño.


Otra variedad de la Lazy Magnolia, en un garito que rebosaba blues (y grafitis) en la denominada cuna de esta música, Clarksdale, Mississippi.



Podéis creerme o no, pero justo cuando llegó la medianoche del 8 al 9 de septiembre (hora española), me tome una cerveza a vuestra salud en el motel. En Pittsburg, Kansas. ¿Por qué? Pues porque era mi cumpleaños.

Último atardecer del viaje. A la mañana siguiente marchaba y me di un homenaje con otra Lazy Magnolia en la terraza del Bouré de Oxford. Con mis herramientas de trabajo.




En la Ruta Pop 2 (que empezará el próximo 14 de julio) habrá mucha comida y bebida, estoy más que seguro. ¿Cómo cuáles? Como los míticos po boys (que es como llaman a sus bocadillos tradicionales los de Nueva Orleans). El de la foto que sigue a continuación es el de gambas del Domilise's, una cita obligada en mi próximo viaje...

La próxima foto será mía...














miércoles, 18 de junio de 2014

Series que no son tan buenas como ellas piensan





Son buenas. Porque son buenas. Pero ¿son tan buenas como su despliegue de tomas pretenciosas, actuaciones reconcentradas, argumentos retorcidos y tramas universales pretenden vendernos?



Aviso de antemano que todas las series a las que voy a atizar me gustan. Que las sigo todas y que veo sus capítulos con muy poca distancia de su emisión original. Así que no es un desprecio absoluto. Incluso, suele gustarme cierta pretenciosidad en el arte, con lo que no es un problema de aversión a la pedantería. Eso significa que ha querido hacerse algo bueno, eso significa cierta valentía creativa.



Sin embargo, bajad un poco los humos, chicas. No sois tan guapas. O sí lo sois. Lo que pasa es que perdéis encanto cuando os embadurnáis con tanto maquillaje o camináis como estrellas fugaces de fútbol. A veces, lo más efectivo es recogerse el pelo en una coleta y ponerse unas converse. A menudo, si os tomarais menos en serio, todo sería mejor.



Juro por David Simon que en el párrafo anterior seguía hablando de series.  




Penny Dreadful




Es la razón por la que se me ha ocurrido este post. Con seis episodios emitidos (faltan dos hasta el final de temporada), es como una monja envarada que no admite ni un saludo. Una monja malencarada en medio de un cementerio de madrugada que se está comiendo las tripas de 13 gatos negros. No hace falta ver las seis horas completas: con el minuto largo de los títulos de crédito basta para cogerle el ritmo y las intenciones (si ya en la intro tienes que recurrir a la cámara lenta…).



Lo tiene casi todo para ser una serie sublime (los primeros dos episodios, además, los dirigió Juan Antonio Bayona, con lo que podemos añadirle hasta patrioterismo al uso a las razones por las que nos debe gustar). Hay estrellas: Timothy Dalton, Eva Green y Josh Hartnett. También mucho dinero para una cuidada producción del Londres coetáneo a Jack el Destripador (junto a la Edad Media o la Era Industrial, la victoriana o la entreguerras, los Años en los que Jack el Destripador Aterrorizaba Londres debería considerarse una época independiente).



También hay historia de sobra de la que tirar: los protagonistas son trasuntos de personajes reconocibles como Frankestein, Dorian Gray, Mina Harker, vampiros, vaqueros entrañables, exploradores intrépidos y experimentados… Todo muy La Liga de los hombres extraordinarios, aunque más próxima al cómic de Alan Moore que a la película con Sean Connery. Todo, realmente, muy Penny Dreadful, que son las publicaciones de terror de la época de las que toma nombre la serie. 


"Hola, soy Eva Green y pongo cara de intensa".


¿Y qué falla? Le falta ironía y, sobre todo, relajarse un poco. Le sobra intensidad, tragedia y oscuridad. Si vas a tomar ese camino, el de no dejar resquicios para respirar, el de la angustia absoluta, tienes que ser una genialidad. Tienes que ser Haneke o Apocalypse Now. Palabras mayores que se le quedan holgadas a Penny Dreadful. No digo que sea True Blood. Ni siquiera American Horror Story. Que sea Penny Dreadful, esas pequeñas publicaciones a un penique que germinaron el género de terror sin buscarlo, que ni ellas mismas se tomaban en serio. 


 
"¿Qué pasa? Soy Timothy Dalton y siempre hago los papeles que antes hace Sean Connery".

Ahora vendrán los dos últimos capítulos y me taparán la boquita. Mientras tanto, aquí os dejo una buena crítica (buena por positiva y por interesante) por @uriondo, un tipo que sabe bastante de cine, series y cómics.

 
"Pues yo soy Joaquín Reyes, copón".






Homeland





Con Homeland me siento como un amante despechado. Me emebelesó durante un año y medio pero cuando descubrí que me estaba vacilando, cayó sobre ella toda la ira irracional de los ex enamorados. Homeland debería haber terminado en su primera temporada (recuerdo que me enteré de que habría segunda antes de emitirse el último capítulo, es decir, que ya me adelantaban con esa decisión cómo NO iba a terminar Brody el capítulo final). No daba para más la trama.



Mira por dónde me equivoqué: el arranque de la segunda demostró que había mucho con lo que jugar que pocos se planteaban y nos regaló episodios como el Q&A (el quinto) tras dos giros magníficos en el segundo y el cuarto.



Luego… luego desperté. O Homeland estiró sus propias posibilidades. El desarrollo final de la segunda temporada se acerca demasiado al Aceptamos Pulpo como animal de compañía, pero se acepta porque la queremos. La tercera temporada es un despropósito de principio a fin. Lo que antes había sido sorpresa ahora es tomar por gilipollas a la audiencia (el acuerdo entre Saul y Carrie es una tomadura de pelo). Hay tramas que no aportan nada, sólo metraje (en serio, lo de la hija de Brody es sonrojante). Desperdician personajes y posibilidades como Quinn y hasta el propio Brody, que para lo que había que mostrar del resto del mundo, mejor haber explicado cómo llega a donde llega. Para colmo, a estas alturas de la descomposición deciden hacerle la pelota a Claire Danes, quien actúa como si se creyese Meryl Streep cuando lo único que hace es poner todo el tiempo la misma cara de pucheros y loca de atar.

 
Carrie, Cara de Loca que No Está Loca Pero Todos Creen Que Sí

 
Carrie, Pucheros Face.


Homeland sólo hubiera tenido una oportunidad de volver a ser grande: que la grúa que ahorca a Brody se le hubiera caído en la cabeza a Carrie y la matase allí mismo.



Aun así, veré la cuarta temporada porque… ¿alguna vez dejamos de estar enamorados de quien hemos estado enamorados?



The Newsroom




Una serie sobre periodistas que quieren hacer periodismo. ¿Hay un género más de ficción que ese? No sé por qué no la emite SyFy en lugar de HBO… aunque, precisamente, su principal problema arranca de su origen: es una serie de HBO y tiene que ser buena.



Durante toda la primera temporada lo es. Es tramposa, los diálogos son imposibles, los republicanos son demoniacos y los personajes femeninos son muñecas de trapo que sólo vienen a constatar lo que sufrimos los pobres hombres con sus inseguridades y sus fobias. Es Aaron Sorkin, al fin y al cabo. Razón por la que nacía con un crédito inflado que ni en lo más loco de la burbuja inmobiliaria.



La segunda temporada pinchó la burbuja sin remisión (bueno, yo nunca he visto una burbuja que se regenere tras explotar). Los errores no sólo no se enmendaron, sino se exacerbaron hasta embadurnarse del ridículo absoluto. Te digo una cosa, Sorkin: tus diálogos son brillantes, pero cuando desarrolles una historia de amor llama a Shonda Rhimes y que te preste unos bocetillos de Anatomía de Gray. ¿Y giros de guión? No sueltes el teléfono de Rhonda. A Scandal seguro que le sobran tramas From lost to the river.



No me vas a escuchar. Lo sé. Tampoco la HBO; que ya ha decidido que en la tercera temporada se acaba la serie. 

 
Las mujeres, según el señor Sorkin.

Otro día daré otros ejemplos e incluso alguno de serie que logró darse cuenta de sus errores y pasó al bando de Series que son Mejores de lo que Parecen.