A veces, la ruta será real, con sus kilómetros y sus paisajes. Otras, será un simple divertimento, desahogo, crítica, queja o pista. Pero siempre habrá una historia al otro lado de un último horizonte de verano.
lunes, 16 de junio de 2014
Arqueología de las rutas pop
(Mi hermano Juan ha rescatado de algún cajón esta imagen que debo reconocer no haber visto nunca antes).
Se podría decir que esta fotografía acredita mi primer viaje.
La imagen está quemada porque es una foto antigua, tomada en algún sofocante atardecer de agosto mediterráneo. A finales de los 70, que es cuando fue revelada (¿os acordais de que antes había que revelar las fotos y rezar por que hubieran salido?), no había filtros en el móvil ni en ninguna parte (bueno, el NODO aún existía) y la capacidad de una vieja cámara familiar de reflejar los colores de la vida era limitada.
No recuerdo el momento en que me tomaron la fotografía, sólo que a esa edad (entre los tres y los cinco años) posaba en casi todas con el sombrero vaquero encasquetado y el winchester de plástico en las manos. En este caso, me supongo apostado en el balcón (tal y como iba de blanco tenía que terminar lindo) imaginando el ataque de los indios contra el bloque de apartamentos o desembarcando en la playa que se ve al fondo.
Soñando mis primeras aventuras.
Aparezco algo contrariado porque mi madre habrá insistido en que me tome un respiro de la guardia y meriende de una vez (seguro que había mantequilla en ese sandwich) antes de salir a dar una vuelta nocturna a comer todos juntos chanquetes. Si estoy vestido con camisa y pantalón en lugar de bañador es porque se acerca la noche y, ahora que lo repienso, mi madre me ordenaría que nada de tirarse al suelo que me acababa de bañar y vestir de bonito.
Y yo soy de los que cumplen órdenes.
A todo esto, a mi hermano Carmelo, que es el que hacía las fotos familiares en aquellos años (o Jose, que era el que me disfrazaba y me regalaba los atuendos vaqueros), le haría gracia la estampa y me obligó a posar.
A mí, desde luego, me arrancó una mueca de Termina de una vez.
Nunca me han gustado las fotos.
El dónde y cuándo también son reconocibles. Bajondillo (una urbanización de apartamentos en Torremolinos, Málaga) y finales de agosto del verano de 1978 o 1979. Fue en esos años cuando la familia veraneó en aquel complejo y mi padre sólo cerraba la tienda para coger unas vacaciones en lo más tórrido del mes de agosto.
De Bajondillo recuerdo el balcón, la piscina, las copas gigantes de refresco (o eso me lo parecían desde mis tres o cuatro años), un dolor de oído por culpa del agua de la pisicina que me tumbó la mitad de uno de los veranos (pero me regalaron un avión blanco y verde de playmobil precioso en compensación) y el viaje, mi primer viaje: toda la familia (padre, madre, abuela y seis hijos) en un solo coche (sí, los nueve en el mismo coche).
Que era un coche grande (más o menos el de la foto de aquí arriba; desde luego, era de ese color), pero en el que recuerdo que yo viajaba a los pies de mi madre en el asiento del copiloto (las normas de seguridad vial eran... en realidad, no sé si eran o había siquiera).
Un trayecto de unas cuatro horas como mínimo (hoy no se tardan menos de dos) durante el que yo jugaba con los cowboys y los indios de plástico en el suelo del coche, preparándome para las batallas que luego escenificaría a pie de balcón. Disfrutando, que lo que no recuerdo es que me aburriera.
Disfrutando del viaje. Porque dudo mucho que hoy existieran rutas pop que valga sin aquello.
PD: a la velocidad que se me cae el pelo, me parece que pronto volveré a usar sombrero....
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario