A veces, la ruta será real, con sus kilómetros y sus paisajes. Otras, será un simple divertimento, desahogo, crítica, queja o pista. Pero siempre habrá una historia al otro lado de un último horizonte de verano.
Ya está. Se acabó. En unas pocas horas (cuando me levante), cogeré ya el avión. La última tarde repetí el ritual de cócteles pero si perder la noción de la identidad del espacio/tiempo. Incluso me dio para coger el ferry y cruzar el Mississippi para tomar una puesta del sol a la altura de una despedida.
No queda mucho por decir salvo daros las gracias y que espero que la mayoría de vosotros aún no hayáis empezado ni vuestras vacaciones y así os quede mucho por disfrutar.
"Luego, de vuelta a la carretera, las sombras empezaron a alargarse mientras la tarde se agotaba. El verde de la tierra crecía más suave y, la carretera, en un suave descenso, se fundía en un valle...
Así es como comienza el último párrafo de The March (La gran marcha, en España), la novela de 2005 escrita por E.L. Doctorow, fallecido ayer. Por encima de los más mediáticos Phillip Roth o John Updike, para mí, Doctorow era el mejor de su generación. Quizá os suene de algo Billy Bathgate o Ragtime, por aquello de las películas. Yo me quedo, personalmente, con su primera novela, el western Welcome to Hard Times (uno de los mejores títulos que recuerdo, donde Hard Times es el nombre de un pueblo y que en España, en su última traducción, se tituló Cómo todo acabó y volvió a comenzar) y esta The March, en la que cuenta la expedición que el general yanqui Sherman lideró en los semanas finales de la Guerra Civil de vuelta al este y a través de Georgia y las dos Carolinas, arrasando con todo: granjas, cosechas, ciudades, para evitar que los confederados tuvieran la mínima oportunidad de recuperarse. Pero no sólo fue una marcha de castigo, ya que en su camino al este se fueron uniendo esclavos liberados, gente común a las que dejaban sin nada de lo que vivir e incluso aristócratas sureños que huían del hambre que empezaba a extenderse tras la contienda.
Portada de la prensa nacional cuando Carolina del Sur decidió retirar la bandera confederada de ligares públicos.
Los yanquis (como muy bien nos advertía Lo que el viento se llevó) no fueron precisamente unos caballeros durante y después de la guerra. Por eso, la polémica de las banderas confederadas (a raíz de los asesinatos raciales de Carolina) es algo bastante delicado en el Sur (es un símbolo racista, desde luego, pero es mucho más y para muchos es un icono de pertenencia frente al relato estándar del Norte...) no es tan sencilla y reducirla a un debate periodístico de tertulianos (como con todo) es una temeridad. En fin, empiezo con esta otra larga marcha para repasar los mejores momentos de esta Ruta Pop 3. Son 9 y no diez porque sí, porque he querido dejarlo en 9:
9) Lo que bien acaba: pues eso, ahora que todo terminó y lo hizo de la mejor manera posible, pues uno puede mirar con cierta sonrisa cómo las cosas no empezaron tan bien. El mismo primer día, al aparcar frente al hotel de Lafayette, le arreé un viaje al guardabarros trasero y lo rompí (la foto es del coche antes de salir del local de alquiler en Nueva Orleans). Más allá de lo que pudiera costarme la gracia (me llevé toda la ruta recalculando gastos), mi preocupación radicó en cómo hacer 4.000 millas con un guardabarros descolgado. Lo ajusté a golpes y aguantó, pese a que los primeros días miraba continuamente tras cada bache o golpe de viento. Luego, al devolver el coche, resulta que toda mi preocupación (al menos, la monetaria) fue en vano: este tipo de golpes lo cubre el seguro.
8) Barras de bar: fue hacer esta foto y el recuerdo de la tarde se difumina. Quizá el cielo me estaba avisando (recuerdo lo suficiente como para saber que no entré en el club del cartel), pero seguí adelante. La resaca del día siguiente la recuerdo muy bien, pero pasé un buen rato de un lado para el otro probando cócteles de todo tipo de alcohol (ay, mezclar a estas edades) en la ciudad de los cócteles.
7) La ley de la frontera: De los controles allá en las cercanías del Río Grande, a la sensación opresiva que Ciudad Juárez cierne sobre El Paso, pasando por los fuertes que protegían, en el borde de la nada, las comunicaciones de la incipiente Estados Unidos. La frontera entre mundos enfrentados (o en los que la gente se empeña en enfrentar), siempre presente.
6) El legado pop de Breaking Bad: Seguirle la pista a Walter White y sus fechorías, alcanzar To'hajiilee.
5) Las carreteras: largas y desiertas. Como deben ser en una buena ruta pop.
4) La Batalla: así, en mayúsculas, la Batalla de Nueva Orleans de 1815 porque será (o es, porque está escrita) en la segunda parte de Una aventura pop.
2) La resistencia: de un barrio condenado a la muerte por la imprudencia y la incompetencia, el Lower 9th Ward. Vivido todo en bicicleta y hablando con sus protagonistas. El dolor no se va.
1) En blanco: que es como te dejan las White Sands de Nuevo México. En blanco de palabras para describirlas y en blanco para pensar.
15.870 millas. Cuando cogí el coche marcaba 11.823, así que la ruta final (hoy me he hecho otras 500 desde París a Nueva Orleans) han sido 4.047 millas. Convertido a kilómetros, 6.513; convertido a algo que se pueda apreciar es como si hubiera viajado diez días seguidos a Cádiz desde Madrid.
Como podéis imaginar, estoy algo cansado y hoy no os
soltaré demasiada literatura. Además, el wifi del hotel va regular y las fotos
tardan cuarto y mitad de siglo en subirse. Tampoco hay mucho que contar del día
de hoy, ya que, como el de ayer, ha sido un atracón de kilómetros que ha
empezado a las seis de la mañana en punto (ya estaba al volante a esa hora) y
ha acabado a las cuatro de la tarde con la devolución.
El único alivio (por decirlo de alguna manera,
porque me ha supuesto un desvío de una hora) ha sido la visita al lugar donde
emboscaron y acabaron con dos hijos de perra muy malos como Bonnie Parker y
Clyde Barrow.
Que no os engañe el romanticismo de la película (aunque la
película es bastante cruda), la parejita se estaba buscando acabar como
acabaron, en una emboscada en medio de los bosques del norte de Luisiana, a
unas millas al sur de Gibsland. Nunca se supo cuántos bancos, gasolineras o
tiendas atracaron; tampoco están claras las víctimas atribuibles a la banda
(eran más de dos y la jefa era ella) aunque no bajan de la decena.
Así que el 23 de mayo de 1934, cuatro policías de
Texas y dos de Luisiana se escondieron detrás de los arbustos y, en cuanto se
paró el coche, lo acribillaron sin preguntar.
Hay quien critica que no se les
diera el alto ni se les avisara (hombre, muy legal no parece tampoco) y, todo ello, unido a que en la prensa se les
trató como unos Robin Hood de los duros años de la Gran Depresión (que se sepa
no repartían nada entre los pobres), fabricó una leyenda en la que se obvia la parte mala (en este enlace
os dirijo a una curiosa historia que publiqué sobre ambos en Lainformacion.com
sobre cómo agradecieron a Henry Ford el coche que había fabricado y que les
permitía huir de todos los policías. También hay fotitos de la época).
En fin, no le veo yo la gracia de ensalzar a asesinos, pero en el pueblo al que pertenece este peñasco
pintarrajeado por adolescentes o adultos adolescentados hay una tienda-museo
que da un poco de escalofrío (hay casi más cosas de Warren Beatty y de Faye
Dunaway que de los verdaderos asesinos), regentada por el gemelo delgado de
Machete (sí, el de las películas de Robert Rodríguez). Me dieron ganas de comprar más cosas cuando me dijo, remirándome, ¿esto es lo que te llevas?
Ya está bien. No más batallitas. No sé si mañana
subiré un post (de Nueva Orleans he escrito bastante ya) y ya el miércoles me despido con los mejores momentos de todo el viaje. No sé…
Dejad que disfrute de la mejor habitación del hotel…
¿os venís de fiesta a la terraza?
Y, cómo no, un último horizonte: el de esta mañana al salir rumbo al sur y una canción de un grupo que se puso ese nombre en honor de la película de Win Wenders y que quedó (el grupo) para ponerle música a anuncios de coche y Kiss FM (ésta no, la famosa, la de la chica que quiere un amigo y no un amante).