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lunes, 30 de julio de 2018

Hoja 24: Belleza y verdad

Lagos de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.


(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Bucksport y Bangor (Maine).Nuevo Hampshire-Bennington (Vermont): 800 kilómetros.

¿Y si tuvieran una plaza de becario en este periódico?

Una canción: 'Born to run'. Faltaba el jefe en la lista, el último poeta de los USA reales y rurales, urbanos y de extrarradio (con permiso de Dylan). Para echar a correr, para acelerar, para disfrutar siempre. 





Una película/serie: 'Beautiful girls'. Película bandera a lo largo de toda mi vida. Está ambientada en un pueblo ficticio de Nueva Inglaterra (vale, de Massachusetts), pero podría servir casi cualquiera de esas poblaciones semi industriales, tristes, con un pub o dos donde se reúnen como pueden los que quieren algo de vida más allá de trabajo y familia. Una película imprescindible de los fracasos cotidianos y de la crisis de los 40 (y eso que me enamoré de ella a los 20).

Un mapa de nubes sobre Bucksport, en Maine.

Un libro: 'El atlas de las nubes', de David Mitchell. No he visto la película y sí lo he leído casi todo de este autor, a caballo entre lo fantástico, el terror, la novela de iniciación, el culto a la cultura popular, los guiños sentimentales y, por eso lo traigo aquí (y porque me gusta mucho toda su obra) por su empeño en lo circular, el determinismo a través de los siglos y las conexiones improbables entre personas diferentes.

A la izquierda, nectarinas; a la derecha, melocotones; en medio, los pluots.

Una comida/bebida: Los 'pluots'. No tienen traducción, que yo sepa. Son una mezcla entre los albaricoques y la ciruela. Por fuera, tienen el color verdoso/rojizo de los tomates kumato e incluso su textura exterior es similar, resbalosa y brillante. Por dentro, son rojo carmesí y dulces, muy dulces. Como una ciruela especialmente jugosa.  

Como las Meninas en Madrid esta primavera, Bennington está plagado de pumas artísticos.

Una imagen: El puma americano (o 'catamount') ronda las montañas de Vermont.

Al amanecer, sobre el puente colgante de Waldo, donde siempre paro antes de dejar Bucksport.

Un error: Una pena, para ser exactos. Me ha costado irme de Maine. Primero, me he desviado para desayunar, luego he tomado otro desvío para ver de cerca el pueblo de Carmel y, sobre todo, decidí hacer caso a una compañera de barra del otro día que me recomendó que entrase en Vermont por el norte. Eso hice, con lo que tardé mucho más en salir de Maine. 

Por allí vienen los caminantes blancos, ojo...

Un descubrimiento: Hay un Stark que ganó algo. Es el general Stark y la victoria de Bennington se recuerda como una de las grandes gestas de la independencia americana contra los ingleses. 

De izquierda a derecha, la bandera oficial de Vermont, la americana, y la de Bennington, que es la que cuelga luego por toda la ciudad. De la independentista no hay rastro, ni oficial ni en casas particulares.

Un dato/hecho: Hay cierta tendencia (de los que no son tendenciosos, qué va) en decir que Vermont es el Estado americano más independentista. Es cierto que fue independiente desde 1777 a 1791, pero si el mundo lo definen las banderas, no he visto ni una sola del movimiento que propugna la Segunda República de Vermont (y me he cruzado todo el Estado). Y sí mucha americana, como en todas partes, y en Bennington, la municipal, que es una variación de la nacional con un 76 recordando la independencia... de todo el país. 

Los puentes cubiertos de Bennington se usan aún como forma de cruzar un río. Yo he cruzado todos en ambas direcciones en coche.

El puente Henry es el más largo de los que he visto entre Iowa y Vermont.

Estampa cotidiana del centro de Bennnington, en Vermont.

Una historia: Cuando leáis esto seguramente estaré a punto de despertarme en mi antepenúltima mañana de esta Ruta Pop. Como dicen los de Semana Santa, ya he empezado la recogida a templo; en mi caso, he emprendido el camino hacia el sur primero y luego hacia el oeste poco a poco, buscando Chicago. 

Ya habrá tiempo de hacer balances (supongo, que habrá tiempo), pero empiezo a cerrar círculos incluso sin pretenderlo. Hoy ha sido el de los puentes cubiertos. Si la primera jornada de carretera me llevó a los puentes techados más famosos, los de Madison, hoy tocaba hacer lo propio con los de Bennington, acaso los segundos más famosos. Toda historia es circular, lo veamos o no, y esta ruta, que nació con la idea de volver a donde empezó, desde luego que lo es. 

Sin embargo, una cosa es la geometría y otra muy distinta la poesía. Dice Robert Frost, cuya tumba de encuentra aquí, en Bennington, que pasó toda su vida como si viviera en una pelea de enamorados con el mundo. No voy a desmentir al bueno de Frost (excelente en muchos casos), si bien sus palabras enlazan con los puentes para enamorados de Madison, donde tantos nombres lucen (o deslucen, con el paso de los años) en corazones de tinta o tallados en la madera. Donde también Mom recordaba las cinco muertes de su familia. 

Aquí, en Bennington, Mom no podría venir a escribir sobre sus hijos so riesgo de terminar atropellada. En la moderna Vermont (el Estado menos denso, uno de los más ricos, ajeno a casi todo y todos), los puentes cubiertos siguen cumpliendo su función de puentes. Pasan sobre ríos y se pueden utilizar para ir en coche de un lado a otro (andando, no, ya que no hay aceras porque apenas hay hueco para un solo vehículo y debes esperar si ves que otro coche ha entrado antes que tú).

Los puentes de Vermont son puentes de carretera, con obras de mantenimiento y excavadoras que pitan cerca, con polvo que se levanta en los arcenes, sin una sola pintada en los interiores, con un río de corriente intensa que discurre por debajo, con el ajetreo de una carretera de servicio rural. No hay turistas apenas, sino furgonetas de Seur (bueno, de FedEx, pero si digo FedEx del tirón no lo pilla más de uno) esperando a que dejes de hacer el idiota con la fotito y pases de una vez.

Los puentes de Vermont son útiles. Son bonitos. 

Los puentes de Madison son hermosos. Son inútiles. 

Decía otro poeta en su cita más famosa que colgué el otro día tal y como aparece en la Biblioteca del Congreso, que la belleza es verdad y la verdad, belleza.

La belleza del arte, sea un verso de Frost o de Keats, sea un puente colgante con promesas de amor y amor eterno de una madre, es un círculo que nunca deja de dar vueltas y cerrarse y abrirse y dar otra vuelta y cerrarse y abrirse y dar otra vuelta y...   


jueves, 5 de julio de 2018

Hoja 2: El amor sin olvido

En un maizal al norte de Iowa, hace falta mucho sol para tanto campo.

(Nota previa: si quieres saber de qué va esto, lo explico más o menos aquí y las normas aquí)

Chicago (Illinois)-Winterset (Iowa)-Clear Lake (Iowa): 845 kilómetros.


Americanity ha estado en el retrovisor todas las rutas. Aquí, en la puerta del hotel de Chicago, al partir esta mañana.


Y aquí os dejo la prueba de en qué milla del coche he arrancado... Americanity es testigo, además.




El puente cubierto de Hogbak, en Winterset (Iowa), pueblo que ya visité en la primera ruta, en 2013. Eastwood rodó escenas en casi todos, sobre todo, en el de Roseman (hablaré de él más abajo).

Un libro: 'El año del pensamiento mágico', de Joan Didion. En el día que visito los puentes cubiertos de Madison, una historia de amor de verdad, de ese que no te das cuenta de lo que te importa el otro hasta que lo pierdes. Es un libro esencial sobre la pérdida y, sí, sobre el amor dañado que nos deja la muerte. 




Una película/serie: 'Misión de audaces', de John Ford. Winterset tiene sus puentes y un hijo natal de relumbrón en John Wayne. Ya sé que esta no es de las mejores películas, pero crecí viéndola en bucle una y otra vez... y hay mucho de esta peli en 'Una aventura pop'. Y no solo por los dos caballeros y la dama.



Dos artísticas damas, con Chicago de fondo. 
Una canción: 'Lady with the spinning head', de U2. Es la primera canción que he escuchado en cada una de las seis rutas. 







Una comida: La Santa Fe Frittata, de Yolk, en Chicago. Como si no bastara con el revuelto de huevos, bacon, queso, jalapeños, cebolla y pimiento, le añaden dos tortitas (yo creí que era una de compromiso). La tortita, de arándanos, granola y plátano, estupenda. 





Un dato/hecho: Siempre que se habla del 3 de febrero de 1959 y el avión en el que murió Buddy Holly, se recuerda de inmediato a Ritchie Valens y su mala suerte. Acaso alguien nombre a Big Bopper, el tercer músico que se mató en un maizal de Iowa. Casi nadie se acuerda de Roger Peterson, el piloto. 




Una imagen: Amanecer de 5 de julio, resaca de 4 de julio.




Un descubrimiento: Un pueblo llamado Story City, en el Story County. Al norte de Iowa. 




Un error: El desayuno fue demasiado. Con las tortitas iba que chutaba. Al menos, me consuela pensar que los mosquitos que me acribillaron al atardecer en el campo donde se estrelló la avioneta de Holly habrán muerto de una sobredosis de azúcar.






Una historia: Mom. Solo Mom. O Mamá. Mom ha visitado el puente cubierto de Roseman, el más famoso de todos, hasta en quince ocasiones en los últimos dos años. Cada vez que va, añade un corazón y una plegaria, una fecha y un desgarrador mensaje de soledad. Y ella, que solo firma como Mom, vuelve a escribir los cinco nombres de sus niños. De sus niños muertos. El último, al que solo llama 'el pequeño' Gleason (que es el apellido de todos) murió en medio de ese peregrinaje, el 30 de junio de 2017. Una semana más tarde, Mom, volvía y ya añadía al benjamín a su constelación creciente de corazones. 
Me he limitado a contar lo que sé de Mom y sus niños. Spike, Buddy, Hannah y Fifi. Daría por seguro que Spike y las dos niñas son descendencia (y murieron adolescentes los tres). Del pequeño, el hecho de que no lo nombre y solo ponga la fecha de su muerte (no de nacimiento) puede llevar a pensar en un aborto. Tampoco tengo claro que Buddy, por haber sido añadido a posteriori, sea el marido o un suegro o un cuñado. Pero eso ya es elucubrar demasiado y esta historia quería que fuera cierta en honor a Mom. 
En su honor, ya no puedo decir mucho más. Acaso que Mom es muy religiosa y que está obsesionada con visitar cada dos meses o así el puente Roseman. Eso es irrefutable porque está escrito. Lo demás son conjeturas. 
Su puzle de tristezas es una nota discordante en una orgía de corazoncitos amorosos en el interior de un puente que para muchos simboliza el amor a cuenta de la película de Eastwood y Streep (para despistados: 'Los puentes de Madison'). Una película trampa.
Como una trampa es encerrar tu amor en un corazón pintado en una madera que se cuartea y que de vez en cuando vienen y la pintan. Porque hay declaraciones que se han perdido, como recuerdo muy bien una que reproducía el verso de Neruda de "es tan corto el amor y tan largo el olvido". Estaba en una barandilla exterior del puente Roseman en 2013. 
Ya no: solo hay blanco. 
Resisten, sin embargo, otros muchos enlaces de finales de los noventa. Gente que hasta se ha casado entre estas tablas. Y aquí es donde viene mi cinismo a cuestionar si esas letras es ya lo único que queda del amor de Ringo y Betsy o de otras miles de parejas que se besaron bajo el techo absurdo de un puente y les dio por proclamarlo al mundo, y de paso, deteriorar un lugar público.
Seguramente, el olvido, que es largo y rencoroso y solo el nombre eufemístico de la muerte, cumplió bien su trabajo con muchos de ellos.
Algunos habrá que aún se quieran. 
Luego está Mom.
Mom no olvida. 
Hasta ya ser olvido ella misma.     

jueves, 5 de junio de 2014

Otra Ruta Pop (y lo mejor de la anterior)



Recalculando ruta…





El GPS de vuestra memoria os habrá alertado de que esta Ruta Pop no es la Ruta Pop que conocíais (a los que no, os recomiendo que paséis de mí en los próximos cuatro párrafos y vayáis donde empiezan las fotitos, que más o menos explica qué fue una Ruta Pop y qué pretende seguir siendo).


No. No lo es, obviamente. Y ese camino se ha perdido como pocas cosas se pierden hoy día en internet (¿esperábais que dijera algo en plan como lágrimas en la lluvia?). ¿Derecho al olvido? A mí me han dado una patada y me han aplicado la Obligación al olvido. El culpable es Hostinger, que porque le ha dado la gana borró de un día para el otro el blog del año pasado. Sin back up (signifique lo que signifique) ni hostias. Borrado sin posibilidad de recuperación.


Así que empiezo de cero, con un poco de nostalgia de lo que se fue y nunca volverá. Porque me da algo de pena haber perdido lo que escribí hace un año en moteles polvorientos y tras cenas opulentas. 

Así se esfumó todo



Está perdido, sí. No me insistáis. Lo sé: soy un poco soplapollas por no haber guardado textos (las fotos las tengo, eso sí). Hay un par de borradores en un Word, pero, la verdad, el 95% de todos los textos los escribí directamente sobre el blog perdido. Y, en efecto, eso incluye Little Big Horn, su reportaje o la crónica inicial de ese primer día donde todo lo que podía salir mal salió de extra pena.


De lo poco que se pudo salvar, la lista de los 10 mejores momentos, que paso a copiar aquí abajo para refrescar un poco la memoria de lo que fue la Ruta Pop originaria, aquellos 7.000 kilómetros en 10 días por el Medio Oeste americano en septiembre de 2013.


(Escrito el 12 de septiembre de 2013. El texto lo he dejado tal cual lo escribí. Las fotos son distintas, porque entonces no quise repetir fotos ya publicadas antes, pero ahora he elegido las mejores de cada caso y he puesto más de una en cada punto, así refresco un poco más la memoria en general y refleja más del viaje en sí).

"Final de trayecto. Hasta aquí hemos llegado. Se me ha acusado de ser largo, pero escribiría cien veces más de lo hecho de todo lo que he visto. Siento si no he explicado algo bien en alguna ocasión (en más de una), pero mis jornadas empezaban a las cinco de la mañana, no bajaban de ocho horas de coche diarias y con varios sitios de visita de por medio… Cuando me ponía a escribir, ya estaba bastante cansado… y eso cuando me funcionaba la conexión.

Aunque ha merecido la pena compartir la experiencia un poquito (hay, insisto, bastante más).

Bueno, no me lío más. Al lío (valga la redundancia). Os dejo diez momentos y os propongo que me escribáis a este post para decirme los vuestros, pedirme fotos de algo (he hecho más de 700) o lo que se os ocurra.

Me ha costado reducirme a diez…

En el aeropuerto de Memphis, al devolver el coche.

Mi fiel, y a veces impertinente, copiloto: Americanity.


10. El coche da problemas. Pero el coche no dio ninguno al final. Canta el gran Billy Howlin’ and Maddin’ Perry en una de sus canciones que el blues es cuando un hombre bueno tiene un mal día. En esa misma canción cuenta que empieza su mal día con el coche que no arranca. Como me pasó a mí. Sin embargo, incluyo este momento como uno de los mejores porque he recorrido más de 4.000 millas (más de 6.500 kilómetros) sin ningún incidente mecánico, de tráfico ni de climatología. No todo lo que empieza mal tiene que ir mal.

El mejor desayuno del viaje, a pie de carretera en la Osceola de Arkansas.
Pedro, un mexicano con un garito supermercado-taberna en la Osceola de Iowa. 


9. Osceola, sinónimo de buen rollo. A partir de ahora, cada vez que vea un pueblo llamado Osceola me detendré. En el de Arkansas, nada más empezar el viaje, se me quitó la mala leche con el mejor desayuno de todo el viaje. En el de Iowa, Pedro y su tienda mexicana me salvaron la vida al dejar que cargara la batería de la cámara poco antes de los puentes de Madison.

El Primero de Caballería de Texas posa con Little Big Horn al fondo.

La caballería, sobre el terreno de la historia.


8. Acompañado de la caballería. Nunca pensé que visitaría Little Bighorn con los sucesores del general Custer. Además, y pese a que me intimidaron en un principio, se portaron bastante bien luego.

Un típico garito en Clarksdale, cuna del blues.


El garito por dentro, tras una buena cerveza local.


7. El lugar donde el blues vive. Y nació, y creció, y sigue creciendo. Clarksdale me ha ganado. Seré un cultureta condescendiente como Morgan Freeman, pero quiero volver a Clarksdale y pasar una semana de concierto en concierto.

La imitación del Stonehenge, en Alliance (Nebraska)

En las Sandhills, trenes y mucha soledad.


6. Nebraska. Creo que es mi estado favorito (qué me gusta un sitio solitario, leñe). Sus Sandhills, sus pueblos de 76 o 12 habitantes, sus trenes como única compañía de carretera (y tú también, Americanity… no te me pongas bizcochón).

Rowan Oak, desde dentro.

Y desde fuera.


5. Mirar por la ventana de Rowan Oak. Faulkner y su patria chica originaron el viaje en su momento. Había que rendir tributo y el esfuerzo ha merecido la pena. Como dice el propio Faulkner, “entre el dolor y la nada, sólo los cobardes eligen la nada”.

Sioux Falls (Dakota del Sur) en el retrovisor.

Las Black Hills, en Dakota del Sur, se desperezan.

Amanece sobre Little Big Horn (Montana).

Rojo, muy rojo, se va el sol en Pittsburhg (Kansas).

Y rojo, muy rojo, vuelve en Oxford (Misssissippi).

El día suda desde primera hora cerca del río madre.


4. Los últimos horizontes. Ya lo decía la cabecera de este blog, iba a la búsqueda de últimos horizontes. De ahí tanta puesta o salida de sol. El rojo de Sioux Falls o los amaneceres y atardeceres eternos de Kansas o Nebraska. Para terminar en Oxford, donde la tierra suda al salir el sol.

Ni los indios querían pisar las Badlands.


Hay una carretera de más de 20 kilómetros entre los peñascos.



3. Bellas y malas tierras. Las Badlands ha sido la sorpresa del viaje. No estaban en el itinerario original. Menos mal que enmendé ese enorme error. Los indios las odiaban por infértiles e imposibles. Yo me he enamorado de ellas (y de alguna cerveza, de nadie más).







2. Los puentes del tesoro. Con un mapa en la mano y el polvo envolviendo al coche en caminos de tierra, los puentes cubiertos del Condado de Madison justifican cualquier pastelada que se les pueda dedicar. Preciosos, simplemente (los puentes y todo el condado).


The Last Stand Hill. Subiendo todo ese valle atacaron los indios.

El valle, ahora desde abajo.


El otro extremo de la batalla.

Los árboles no crecen en Little Big Horn.


1. Little Bighorn. Sin más palabras, excepto la sensación de fin de viaje, de trayecto cumplido, de respeto al pasado y a lo que eres (pese a que he descubierto la verdad sobre la batalla). De lo que tienes que ser pese a todo, pese a la vida y, sobre todo, pese a la muerte". 

(Hasta aquí el artículo del año pasado)




En breve hablaré de mi próxima Ruta Pop (porque es la razón de que haya elegido esta nueva carretera).

Nos vemos pronto.