Se llama Gruesome Gertie (algo así como 'espantosa Gertie') y es la responsable del mayor número de muertes del Estado de Louisiana en unas pocas décadas. Hasta 86 hombres y una mujer perecieron en sus brazos.
Aún vive, y este año los gobernantes estatales estuvieron a punto de retirarle la jubilación y volver a enchufarla.
Gertie es sólo un mueble, pero es la silla eléctrica más famosa de los Estados Unidos. Fue bautizada por sus víctimas.
Tengo una fotografía suya, toda barnizada y con un aire pomposo y de superioridad escalofriantes. No la voy a poner. Incluso puede que la borre. No sé: todos sabéis cómo es una silla eléctrica.
Gruesome Gertie es la principal atracción del Museo de la Louisiana State Penitentiary, más conocida como Angola o la Alcatraz del Sur; en cualquier caso, la prisión de seguridad más grande de Estados Unidos con 6.300 condenados y 1.800 entre guardas y personal de distinto tipo (no sé si cuentan a la agradable y encantadora ancianita que debería estar haciendo galletas a sus nietos y no en la puerta de este museo).
Sólo a los americanos se les ocurre hacer un museo a las puertas de una prisión en activo (la propia Alcatraz cerró hace ya mucho tiempo). Son cuatro habitaciones mal puestas que te dejan helado porque la cárcel no tiene problema alguno en mostrar al público lo sórdida que ha sido y que, la verdad sea dicha, sigue siendo. Fotografías espeluznantes de asesinatos entre presos, una galería de pinchos y otras armas que han usado en las celdas, batallitas de fugas abortadas (o no), un ataúd de madera, grilletes, aperos (también la califican como The Farm y de sus campos salen frutas y verduras que dan de comer a 11.000 presos de distintas cárceles), imágenes del cementerio, el arsenal de los guardas y su indumentaria e incluso pintorescos cuadros y hasta un patchwork gigante, elaborados todos por unos reclusos que, en un 90% de los casos, cumplen condena por un delito muy grave.
De acuerdo, se cuelgan medallas con que son una de las prisiones que más trabajan para que sus internos cultiven, hagan manualidades o se partan la crisma en un famoso rodeo anual (y salvaje, a tenor de las imágenes y de su propio nombre, The Wildest Rodeo: total, si son criminales despreciables, qué más dará que se rompan el cuello). También consideran (y ponen en medio de una sala una muestra de ello) que es un avance que los presos se hagan sus propios ataúdes (tres de cada cuatro están condenados a cadena perpetua y la pena de muerte sigue vigente en Louisiana, si bien la última ejecución es de 2010, pero eso, que tres de cada cuatro muere sin salir nunca más de Angola).
Igualmente, están muy orgullosos de los documentales que se han grabado, de un programa de televisión y de haber sido escenario de películas como Pena de muerte (el preso en el que está basada la película murió en la vida real a manos de Gertie), Monster's Ball, JFK o Un romance muy peligroso.
Ajá.
Esto es una recreación de una habitación estándar, con el váter en las oportunas condiciones lamentables y no como en la que estaba George Clooney.
Y aquí os presento la vitrina de pinchos e incluso revólveres hechos en Angola (esto no computa para el módulo de manualidades del programa de reinserción):
En este artículo hacen eso tan moderno de darnos diez razones por las que nunca querríamos ir a Angola (ser uno de esos inquilinos, se supone).
Después se jactan mucho de los intentos de fuga porque, en efecto, se quedaron en intentos. Excepto el de Charlie Frazier en los años 30, un tipo con más crímenes, muertos y atracos que Bonnie and Clyde y todos los cuatreros famosos de la época juntos; un pieza que logró escapar matando a un guarda e hiriendo a varios y al que apresaron tiempo después. Cumplió toda su cadena perpetua en el 'Red Hat', o confinamiento. Mejor quedó el alcaide y los suyos con el único intento que se produjo entre presos del corredor de la muerte en 1999 y en cuya tentativa lograron salir más allá de los muros cuatro "dead man walking" (no confundir con los walking dead de ayer). En tan sólo dos horas, según cuentan los de la prisión, ya los habían encontrado:
No es nada fácil escapar de Angola, eso es evidente. Lo de menos son las alambradas, las escopetas con mira microscópica, los sensores de movimiento, los perros y los muros más que altos. Angola, como lo fue en su momento Alcatraz, es una especie de isla. De hecho, es una península, ya que por tres de los cuatro lados de su superficie de 7.000 hectáreas (recordáis que una hectárea es algo así como un Bernabéu) está el río Mississippi. No el Manzanares ni el Zaporito: el Mississippi, ese río con un kilómetro de media de ancho, 100 metros de profundidad y con unas corrientes que te ahogan al poco de caerte.
En la parte de tierra firme hay bosque, decenas de pequeños afluentes, pantanos, marismas invisibles hasta que te has hundido en ellas y una sola carretera (no hay otros caminos posibles para salir de allí) de casi 40 kilómetros con apenas vida. El pueblo más cercano está a 50 kilómetros.
Gertie, como si fuera una silla de dibujos animados, esboza una mueca. Echa de menos sus buenos tiempos y sintió un cosquilleo (esto no es un chiste) cuando en Louisiana quisieron promover una ley para permitir que los presos eligieran la forma de morir, incluyendo la misma silla eléctrica. O sea, Gertie, la única silla que falló cierto día cuando uno de los guardas se emborrachó demasiado, quemaron a medias al preso, lo sacaron a tiempo a gritos, le reanimaron, le denegaron la clemencia semanas después y lo mataron de una vez por todas.
Espantosa Gertie (si consideramos Gertie como una metonimia de todo lo demás, por supuesto).
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