sábado, 7 de septiembre de 2019

El centro y sus cuatro caras




Ruta del 7 de septiembre: Salina (Kansas)-Lebanon (Kansas)-Yuma (Colorado)-Burlington (Colorado). Unos 730 kilómetros.

El centro-centro
El centro geográfico de Estados Unidos huele a estiércol y a vaca. Si me se permite la gracieta, añadiría que el eje de los 48 estados contiguos (quitando a Alaska, Hawai y Puerto Rico) está en medio de ninguna parte. Pertenece al término municipal de un pueblo perdido que se llama Lebanon y al que solo puedes llegar porque tienes unas ganas enormes de llegar; no está en el paso de ninguna carretera ni tiene otras atracciones turísticas (monumentos, sitios históricos o parques naturales) a menos de 500 kilómetros y dudo que hasta el Mago de Oz pudiera saber cómo se volaba hasta aquí.

Estuve hora y media en la zona y, en lo que respecta a vida, solo vi vacas y una furgoneta que salió de la granja adyacente en dirección contraria un rato antes de salir el sol; a trabajar, supongo.

La vida sería la que llevase el volante, digo yo.



Aquí se viene a lo que se viene: a ver una placa con dos banderas (de Kansas y USA), un merendero con tres mesas, cuatro bancos y un solo columpio (si por un casual muy poco probable coincidieran dos niños en las instalaciones habría pelea), una barbacoa, otra placa de la visita del embajador del Líbano y una capilla la mitad de pequeña que mi casa en Madrid (y mi casa en Madrid tiene 25 metros cuadrados) que tuvo que ser reconstruida después de que hace unas décadas un cafre no frenara en la carretera que se termina justo aquí y pusiera de hinojos el carburador contra el altar.  



El centro de una historia: A la espalda de todo este tinglado, sobre un pequeño montículo, otea todo el paisaje que se abre al oriente un motel abandonado. 



Las puertas y ventanas están candadas o tapiadas, el color gris de maquetas sin pintar ha homogeneizado el abandono y queda a la puerta un contenedor que pedía por favor a los clientes que no arrojasen a sus mascotas al recipiente negro, que para eso está el río (bueno, lo único que pone el contenedor es 'no animals' -que digo que dirigido a los ganaderos-, pero yo soy un batallitas).



Y porque soy un batallitas es por lo que me entraron escalofríos al ver esto:



Mi mente pensó de inmediato en la historia de un vagabundo que vive en esa habitación y los niños del lugar (que harán unas piernas increíbles si tienen que venir en bici hasta aquí desde el pueblo) creen que es un fantasma. Pero un fantasma que un día descubrieron que come y desde entonces le dejan comida en la puerta (son mazorcas, sí) para que remita la maldición que pesa sobre el condado y que mata en extraños accidentes de carretera a los jóvenes de la zona. 

Por poner un ejemplo no muy desarrollado. 

No había apenas viento y fue lo máximo que pude sacar. Es una bandera para la reelección de Trump en 2020 en el único bar del centro de Yuma (Colorado).

El centro de la América real: Quizá debería decir realista. No lo sé. Que elija quien se vea capaz. Hablo de Yuma, en la esquina noreste de Colorado, en plenas Llanuras Altas de dicho Estado, un pueblo como muchos en estos alrededores, que vive del trigo, el maíz, las vacas y todo lo que muevan esas tres materias primas. Turismo, poco; novedades, ninguna. Solo hay que ver cómo está el cartel de una película recién estrenada ayer mismo (y que estará por dos semanas o dentro de dos semanas)... Menos mal que el título es corto. Dudo que tengan muchas letras en el almacén del teatro:



Las coincidencias son así. Este año que no voy a Maine después de tres veranos seguidos rindiendo visita a la tierra de King, me voy a Yuma y me encuentro con su sombra. Porque a Yuma he venido porque es la ciudad que inspiró a uno de los mejores descubrimientos literarios que he tenido en mucho tiempo. Me refiero a Kent Haruf, un tipo que escribió su primera novela con 41 años, que tardaba casi décadas en escribir una nueva (solo terminó seis) y que la última la repasó sabiendo que le quedaban semanas de vida. Precisamente, esa última obra, 'Nosotros en la noche' le ha dado cierta notoriedad porque Robert Redford y Jane Fonda hicieron una película (dicen que regulera) hace poco. Por eso, porque se iba a hacer o porque se había estrenado ya (no sé cuándo se tomó la decisión editorial) se publicó la novela en español y luego le han seguido las tres entregas de su Trilogía de la Llanura ('La canción de la llanura', 'Al caer la tarde' y 'Bendición'). Todas están ambientadas en el imaginado pueblo de Holt, en las coordenadas más o menos exactas de Yuma, que fue donde vivió un tiempo el propio autor y sacó todas sus ideas o hizo caso a los escritores que dan consejos a los que quieren ser escritores en eso de que siempre hay que comenzar por lo que uno conoce. 




Será por eso, porque Haruf es una persona sin estridencias, su escritura es de sencillez pasmosa e íntima a la vez, sin alharacas ni fuegos artificiales, solo gente sencilla (granjeros de ganadería y de trigo, profesores de colegios con un puñado de alumnos, adolescentes embarazadas sin más futuro que trabajar en la gasolinera, asistentes sociales...) que vive como puede y muere como todos. Con sus problemas de cosecha, sentimentales, de soledad o tristeza, abandono o frustración, rechazo o reivindicación tan universales.

Las historias de Haruf van del granjero tal o el profesor cual que un día se despiertan y charlan con su vecino. 

En la forma, claro. 

Había que rendirle tributo. Además, por lo que veo desde el escaparate del 'Yuma Pionner' (el periódico local) su único componente (que dice que no estará en todo el fin de semana porque se ha ido a cubrir a los equipos deportivos locales a otras partes del condado) es digno miembro de la profesión por el desorden que ha dejado a la mesa.



El centro de los cielos: Porque Kansas (y alrededores que son lo mismo en su paisaje) son sus cielos. Que son inmensos. 



    

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