Desayuno de viernes en las Sandhills de Nebraska.
Llegó el momento más esperado. Cuando el estómago ruge, es hora de recordar qué nos deparó la mesa de dinners familiares, casas de comida con ínfulas en pueblos de 9.000 habitantes y lo que se haya podido terciar.
Recuerdo que ya en este post repasé los momentos de Chicago, con lo que es momento de echarse también a la carretera en lo gastronómico. Iré más o menos por orden cronológico, lo que me obliga a arrancar a pie de maletero en el aparcamiento del Outlaw Festival, que fue mi primera parada de carretera. Al estilo botellón, con un sándwich comprado en una camioneta fuera del recinto (dentro vi luego que necesitabas una hora para pedir algo de comer) y con unas cervezas compradas en la licorería de al lado.
De pronto, volvía a mis 20 y pico años. Hasta en que te guste cualquier cosa. No dejaba de ser una especie de desayuno metido en pan: huevos, bacon, jamón (no ibérico, claro; ni serrano ni del malo, como el lomo nuestro), aguacate y diría que pico de gallo. Así y todo estaba muy bueno.
Ya, ya sé que no habéis venido a esto. Preferís cosas como esta:
Se trata del Kenwood, un local para la burguesía intelectual de Minneapolis (la librería de Louise Eldrich está en la puerta de al lado, en un barrio donde vivía hasta Mary Tyler Moore (una especie de Lina Morgan, con todos los respetos para Lina y para Mary por compararlas: la humorista más famosa de cierta época muy lejana, vamos). El desayuno fueron unos huevos rancheros: cerdo asado en tira, patatas, huevo y jalapeños. Un 7, diría como mucho. No tenía mucha personalidad, la verdad.
La cena es olvidable, en lo único de Jamestown (Dakota del Norte) que podía llamar la atención. Un garito para chavalería de pizzas y hamburguesas de carril. Eso tomé, pizza, aunque me empeñé en innovar con una de pepperoni, manteca de cacahuete y picante (no muy terrible). Lo mejor, los panecillos de queso en plan buñuelos de al lado.
La venganza culinaria no tardaría en llegar. A la mañana siguiente, en Medina Café, de la localidad de mismo nombre, Medina, a unos 30 kilómetros de Jamestown, vino esto.
Por un lado:
Por el otro:
El revuelto era una maravilla: patatas de desayuno (las hash browns que les llaman, que es pillar una patata asada, cortarla en tiras muy finas y pasarlas por sartén) con carne, bacon, pimientos, cebolla y huevos.
Por si me quedaba sin hambre, una tortita del tamaño de una pizza de Casa Tarradellas.
Rozando el 9. diría yo.
El día no siguió mal. A las cinco en punto (la medianoche de ese día, ya mi cumpleaños en España), me sentaba en el Famous Dave's BBQ, que es una cadena del Medio Oeste de barbacoa (no había nada mejor en Bismarck, capital del Estado, aunque parezca mentira). Alitas picantes y unas costillas de ternera muy tiernas (se despegaban del hueso con guiñarles un ojo). Un 7, con todo.
Del desayuno de mi cumple ya di cuenta. La carretera, a veces, no te deja opciones:
Esa noche había que resarcirse en Williston, ciudad del boom del fracking, al noroeste de Dakota del Norte.
Es un clásico ribeye en la Williston Brewery Company... pese a su imponente aspecto, diría que decepcionó: muy caro, muy hecho... se notaba que era carne buena (será por vacas en la zona). No pasa del 6.
Algo mejor, de 7 en calidad y de 8 en precio más ajustado, fue el ribeye que me tomé el jueves en Alliance, Nebraska (lo he adelantado cronológicamente para aligerar narración).
La compensación del primer desengaño (vuelvo a la línea temporal ordenada) tampoco tardó en llegar. A la mañana siguiente. Ya mañana entrada y con una hora más de diferencia con España, después de visitar Fort Buford tardé un par de pueblos en localizar un dinner de los de buena pinta por su pinta regular. Se llamaba Sunny's, en Sidney (al poco de entrar en Montana) y estaba a rebosar de locales.
La mejor señal posible (si bien no es que pase mucho turismo por allí):
Es el mismo concepto del Medina Café: un revuelto con carne, bacon, pimientos verdes, cebolla (y aquí champiñones, algo de tomate y mucho queso), con las hash brown a un lado y envueltos los ingredientes del revuelto en la tortilla (la abrí para que se viera bien la cosa). Empata en torno al 9 con el Medina.
Paso rápido por cena en Hardin y desayuno en Red Lodge. Clásica hamburguesa (un 6,5) y clásico desayuno de patatas, salsa de carne y huevo (otro 6,5).
Vamos a lo bueno otra vez.
Además, aderezada por lo inesperado.
No sé si leísteis el día que pasé el miércoles a través de Yellowstone para llegar a un motel que, según todos los avisos de Google y del departamento de bomberos de Wyoming, estaba en el centro de un incendio.
Como nunca hay suficiente en esta vida, los del establecimiento eran todos más que particulares. Sacados de una película de Todd Browning (sí, poned en Google Todd Browning).
Pero se sacaron de la manga la señora hamburguesa:
Que no sé para qué le ponen carne de hamburguesa. La loncha (si entendemos loncha por algo con dos centímetros de grosor) de falda de ternera (brisket, que lo llaman aquí) se comía a todo lo demás. No importa: quedaba de lujo. Un 8,5 que no es más porque la intensidad de un ingrediente lamina al otro. Os lo pongo por los dos lados:
Regada con una cerveza IPA del mismísimo Jakcson Hole:
Dejo para el final un manjar de fuera de carta. Digo fuera porque no fue de ningún restaurante ni dinner, sino de una pastelería/bolera (habéis leído bien, se vende así) llamada Nana y donde desayuné a la mañana siguiente del incendio. De ahí que estuviera petado de trabajadores contra el fuero a los que Nana (no se llamará así, pero me lo invento) les puso rancho del bueno.
Aunque para bueno sus pasteles. Aquí compré un tipo donut de mantequilla de cacahuete con virutas de bacon de notable alto.
Pero la matrícula de honor es para el pastelito de queso de al lado. Con textura entre el cruasán, la napolitana y el donut y con el sabor de la mejor tarta de queso que hayáis probado. Me llevé otro para comérmelo mientras escribía esto:
Siguiéndote desde el primer día y esperando esto: la carnaza. Maravilla como siempre
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