martes, 10 de septiembre de 2024

Un día más en Dakota del Norte y tres pájaros menos


Fue en Jamestown donde vi de pasada un cartel en el que se juraba que en aquella zona se producía la mayor concentración de pájaros diferentes de Estados Unidos. Ahora no encuentro nada en internet que lo refrende y sí veo que hay cierto consenso en situar en algo más de 400 las especies distintas que se ven en Dakota del Norte. En California, que es donde más, rozan los 700. Y hay hasta diez estados que superan las 500. 

Pues muy bien. No sé si volando Dakota del Norte puede presumir mucho de su fauna aviar. Pero a ras de asfalto, sobre la misma carretera (a poder ser, no la interestatal), ya os aseguro yo que nadie la supera. Hay rincones desolados desde un punto de vista humano que ves cruzar pájaros por el asfalto como en el semáforo ese famoso de Japón. 

Ya os digo que hay tres pájaros menos en Dakota del Norte de hoy. Que me los he llevado por delante pese a tener más cuidado que a la salida de un colegio. 

Pero es que los muy capullos se ponen a correr en diagonal y...

Sí, como el chiste de los dos tomates que van por una autopista.

De eso no hay foto. 

Sí de esto: 


Da escalofríos. Mucho. Como si fueran a moverse de pronto y vengar a los suyos y pisarme o comerme o no sé. Lo que sea que hagan los pájaros gigantes de metal que cobran vida. 

Nada bueno. 

Por mucho que en Regent, un pueblo en el centro de Dakota del Norte donde el único café que encuentras a las ocho de la mañana te lo regalan en una ferretería/gasolinera. 

Puedes dejar un dólar en la lata. 

Así que eso y la chocolatina más rara que encontré entre la variedad de diez que había fue mi desayuno especial de cumpleaños (el de la víspera va camino de ser el mejor en mucho tiempo, pero de eso no hablaré hoy). 


Hoy, decía, es un lunes de septiembre en Dakota del Norte, el estado en el que te pasas media hora sin cruzarte con un coche en ciertas carreteras. No llega a tanto la Carretera Encantada (Enchanted Highway) que une Regent con Gladstone en 50 kilómetros adornados por esculturas gigantes con la manufactura de un trabajo de manualidades para niños de ocho años.


Hasta aquí me he desviado yo y, de los diez coches que he visto en esos 50 kilómetros (incluyendo las paradas), seis era gente que se paraba a ver las esculturas. O sea, que el 60% del tráfico se debe a la hojalata kitsch con motivos de la zona. Aquí van el resto, de una tacada cruel:






Sin duda, los saltamontes alienígenas pueblan las pesadillas de los niños turistas que hayan tenido la mala suerte de que sus padres creyeran que esto es una buena idea.      

Estoy siendo injusto. E incluso incongruente. Porque este post era para proclamar que me está gustando mucho Dakota del Norte. Tenía mis prevenciones de dedicarle tres días y ahora admito que he acertado puesto que me ha dado lo que buscaba: carreteras vacías, paisajes en el límite de lo humano, tranquilidad y un puñado de buenos rincones y momentos. Dakota del Norte es mucho más bonita de media que otros estados colindantes, si bien todos ellos se guardan ases en la manga que merecen acercarse. Aquí no hay nada del nivel del parque Yellowstone, las Blackhills y su monte Rushmore o el nacimiento del Mississippi (por hablar de los tres colindantes); aquí es el camino el que recompensa. 

Como cuando sale el sol sobre el río Missuri:


La niebla se mantiene obstinada: 



Los pájaros vuelan y no se me ponen a corretear (que en carriles como en los que me mete el GPS de vez en cuando hasta comprendo que sea su territorio): 


E incluso tiene su versión norteña (y más extensa) de las espectaculares Badlands (las famosas que salen en las películas están en Dakota del Sur):




 



Hay bisontes a los que podrías acariciar de lo accesibles que están si no fuera porque te arrancarían la cabeza: 





La ruta sigue y esto es lo más cerca que vais a tener de una foto mía: 


  Hasta mañana, que me despido de Dakota del Norte y vuelvo a Little Big Horn. 


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