¿Hay alguna cuarta parte buena? En el cine, quiero
decir. Si las segundas partes penan con el estigma de un dicho popular (pero,
sin embargo, hay ilustres –y numerosos- ejemplos donde se mejoró a la primera)
y las terceras suelen ser pastiches insufribles o decepciones en los mejores
casos, la cuarta es ya territorio cutre sin una sola decepción.
En efecto, los ochenta (esa década a la que todo el
mundo se apunta y proclama su pertenencia) también nos legaron el inicio de las
grandes sagas que nunca terminaban, el estiramiento del chicle más allá de la
lógica narrativa de la trilogía. El todo por la pasta sin miedo al ridículo.
Incluso lo vendían como un propósito de cierre
mentiroso. Véase el primer gran caso de cuarta parte de una franquicia de éxito.
Viernes 13, que se proclamaba como “capítulo final” y luego la saga continuaría
hasta su duodécima edición. (Inciso: habrá ejemplos menores de cuartas partes
anteriores, pero me quedaré con las que se lanzaron con alharacas de fenómeno
cultural). Viernes 13 abrió el fuego en 1984 (su compañera de fatigas,
Pesadilla en Elm Street, no haría la cumbre del 4 hasta 1988).
Un año después, en 1985, Rocky dio el golpe (chiste
fácil) y los que sí teníamos edad en aquella época para ponernos sentimentales
ahora la recordamos como aquella peli de Iván Drago, guerra fría y patriotismo
hasta en la cartelera.
Pero buena, lo que se dice buena, es otra cuestión.
Los batacazos de crítica de Superman y Loca Academia de
Policía en 1987 certificaron que aquello de las cuartas entregas era absurdo.
Porque después la cosa se diluyó durante casi una
década, hasta que Arma Letal se
pegó un tiro en el pie atreviéndose a poner el 4 en el cartel. Ya para entonces
se llevaba esconder los números tras nominaciones generales. Véase el caso de
los Batman o de Alien. Y luego, con el nuevo siglo, llegaron los reboot. La
cuarta parte tenía que ser un reseteado para una nueva generación. Casi siempre
para bien: Batman, Superman, Spiderman o los X-Men agradecieron el lavado de
cara mientras daban paso a un nuevo híbrido de cuarta parte: la conclusión de
la tercera, ya vendida como primera parte del final de la historia para
recaudar más (Los Juegos del Hambre y tantas de ese pelaje).
Pero, después de este rollo, volvemos al principio:
¿hay cuarta parte buena?
Sí, la de la ruta pop. O eso pretendo, que sea buena. Que volverá el lunes que
viene en su cuarta edición, con sus paseos, sus kilómetros de carreteras perdidas y mis homenajes a todo lo que me remueva el recuerdo.
Americanity os saluda:
Y aclaro que la ruta recorrerá Boston, Walden, Cape
Cod y Maine, sobre todo, mucho Maine.
Sí: la Maine de los mil faros (bueno, alguno menos) y
de las langostas; de los mil lagos (esto sí es verdad) y el norte profundo
yanqui. También de Stephen King y de John Connolly (cuya cuarta parte de la
historias de Charlie Parker, paradójicamente, quizá sea su mejor novela). De
Andrew Wyeth y el frío.
Os espero el lunes (a primera hora en España) con la primera crónica del
domingo americano.
¿Os subís?
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