martes, 7 de julio de 2015

Día 2: Insurrección




Podría ser un mástil de un viejo navío de guerra que aún retoza Mississippi arriba y abajo.

Pero no: claro que no lo es. Será el trozo de algún viejo muelle al que han corroído las corrientes y lo han arrancado de cuajo. Río abajo, hay muchos de esos muelles que se caen a lagrimones. 

Hubiera estado bonito, sin embargo. Y me hubiera venido a la perfección para hablar de lo que voy a hablar hoy: mi libro (o de la batalla de Nueva Orleans). 


(Como sé que os vais a quedar con el detalle de la gorra sólo os digo que, de no llevarla, estaría ahora en un centro de salud curándome de una insolación). 

Aclarado el detalle, a mi espalda está la explanada de Chalmette, donde se libró en 1815 una de las batallas más decisivas de la historia de Estados Unidos... Ya, lo sé, lo admito, lo asumo y sigo adelante con todo: fue una batalla decisiva (librada en tres semanas desde diciembre de 1814 al 8 de enero del año siguiente).

Porque en torno al año 1812 no sólo estuvimos los españoles peleándonos con Napoleón sino que los ingleses (aprovechando la confusión generalizada en Europa) se lanzaron a reconquistar a los Estados Unidos, colonia perdida 40 años antes. Ellos (o sus libros de historia o la wikipedia) dicen que no, que era para asustar y para dejar claro quién mandaba en el Atlántico. El caso es que no sé si fue para asustar o no pero en su empeño quemaron hasta la Casa Blanca. 

¿Suena poco esta historia en Hollywood, verdad? Pues debería sonar más, porque el capítulo final de este truco y trato british fue conquistar Nueva Orleans y subir Mississippi arriba hasta Canadá (donde ya mandaban) y así dominar la arteria comercial de los USA. Un susto estándar, vamos. 

Lo más famoso que quedó de aquello es una cancioncilla cuyo soniquete os sonará, que se compuso en la época para cantar victoria (chiste fácil) y que no cuenta una sola verdad (¿para qué contar la verdad si es más interesante la leyenda?).



Decía que extraña el silencio peliculero (o no: por lo general, Nueva Orleans es un capítulo aparte en la cultura popular americana) porque la Batalla de Nueva Orleans reúne todos los elementos épicos oscarizables: una ciudad sin apenas defensa y sin soldados (estaban luchando contra los mismos ingleses al este) acosada por miles y miles de enemigos que habían prometido reducirla a cenizas. Tras los parapetos aliados, americanos de nuevo cuño, franceses, españoles (sobre todo, canarios), indios nativos, negros liberados, negros aún esclavos, algún señorito despistado...

Y un general, Andrew Jackson (luego, un par de décadas después sería el primer presidente nacido en el Sur en llegar a una Casa Blanca supongo que repintada a esas alturas). Un tipo conocido por sus batallitas contra los ingleses y un tipo que se plantó en una explanada a unas pocas millas al este de la ciudad a esperar a unos ingleses que le multiplicaban por diez en número. 



En concreto, Jackson ordenó construir una barricada aprovechando un pequeño canal de agricultores que, en la foto siguiente, aún se puede apreciar en el primer plano por los hierbajos distintos al prado uniforme.  



Al fondo, donde se aprecia una línea de árboles y despunta una torre, estaban los ingleses tomando el té. 



Por el flanco izquierdo, en esta otra línea de árboles, se perdía el suelo firme y el terreno era pantanoso con profundidades que variaban pero que no bajaban de la altura del pecho.

Así que los americanos resistieron como pudieron, los ingleses recibieron su merecido (los ingleses siempre han sido malos, muy malos, con los españoles: no deberíamos olvidarlo) y el parte de bajas fue curioso: 333 americanos (o aliados, que la mayoría fueron negros a los que ni consideraban americanos) muertos por 2.400 ingleses. 

Los barcos de su Majestad salieron huyendo del Golfo de México y por aquellos días se ratificó el Tratado de Gante por el que se firmaba la paz entre Washington y Londres (pero, ay, si los ingleses conquistan Nueva Orleans). 

Y todo este rollo que os he soltado es importante para mí porque esta batallita es parte importante de la segunda parte de (entramos en bloque publicitario: el que lo desee que salte al siguiente párrafo) Una Aventura Pop, cuyo nombre aún no desvelaré y cuya publicación se espera para septiembre o así. 

Ligeramente emocionado (ya sabéis que yo no pierdo la compostura por nada) estaba yo por visitar este punto clave del libro que quise inmortalizarlo. Pero resulta que le pedí que me hiciera la foto a un tipo que muy bien podría ser Carlton Banks con 70 años y que no mostró piedad alguna de mí, tropezando y casi cayéndome por la borda... 



Qué va: no se ofreció a hacerme otra.   

¿Qué qué hacía en un barco? Pues aprovechar que había un crucero guiado en un bonito barco de vapor imitación de aquellos del siglo XIX que paraba en la apartada explanada de la batalla. 

El barco era así de majo (¿a vosotros, cuando eráis pequeños no os molaba también el barco fantasma del Parque de Atracciones de Madrid? A mí, desde luego que sí).




También he aprovechado el barco para presentarme al guía que contaba toda la historia de la batalla, que resulta que es periodista, que ha trabajado para The Guardian en Londres y en Nueva Orleans, y con quien he acabado hablando del libro y del fin del bipartidismo en Canadá (esto es porque se ha colado un canadiense que también quería hablar de su libro). De Canadá hemos pasado a Reino Unido, España y...

En fin, que esa es otra historia. Entiendo que estáis ansiosos por que os hable de Canadá.

La de hoy va acabando hoy con la mejor forma posible de dejaros buen sabor de boca.

Sí, queridas y queridos míos, he reservado las fotos de comida para el final (así os tragáis la lección de historia previa).

He vuelto al paraíso de los desayunos, el Ruby Slipper (en el mismo edificio de mi hotel) para abotonarme unos Egg Blackstone (sobre un panecillo, tomate natural, bacon, huevos pochados y holandesa; acompañados de patatas):



Siento una verdadera maravilla el desayuno, lo que vino a mediodía ha superado todas las expectativas. He probado cosas buenas y muy buenas hasta ahora, pero este sandwich es la Natalie Portman de los sandwiches... el que recordaré cuando me coma un triste bocata de pan bimbo con queso tranchetes y jamón El Pozo... Lo he tomado en el Cochon Butcher, una gastrocharcutería (hay chorizos colgando, lo juro) junto al restaurante Cochon, uno de los punteros de la ciudad... Pero los bocadillos de su hermanito desenfadado son...

Ains.. (suspiro grande seguido de puchero no menos grande). Os presento la Cochon Muffaletta (es el otro bocadillo autóctono, junto al poboy)...


El pan (y calentito, además) tiene el sabor y la forma de la mejor napolitana salada que hayáis tomado... y en su interior, ocho lonchas de jamón asado, abundante bacon, chorizo picante, triple capa de queso fundido y, de base, una especie de ensalada con sabor a aceituna...

Ains...

Casi no me quedan ganas para despedirme... Para la canción de hoy se cuela El último de la fila cuya conexión con Nueva Orleans es completamente ninguna. Sólo que es la primera canción de la BSO de la continuación de Una aventura pop. 


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