15.870 millas.
Cuando cogí el coche marcaba 11.823, así que la ruta final (hoy me he hecho otras 500 desde París a Nueva Orleans) han sido 4.047 millas. Convertido a kilómetros, 6.513; convertido a algo que se pueda apreciar es como si hubiera viajado diez días seguidos a Cádiz desde Madrid.
Como podéis imaginar, estoy algo cansado y hoy no os
soltaré demasiada literatura. Además, el wifi del hotel va regular y las fotos
tardan cuarto y mitad de siglo en subirse. Tampoco hay mucho que contar del día
de hoy, ya que, como el de ayer, ha sido un atracón de kilómetros que ha
empezado a las seis de la mañana en punto (ya estaba al volante a esa hora) y
ha acabado a las cuatro de la tarde con la devolución.
El único alivio (por decirlo de alguna manera,
porque me ha supuesto un desvío de una hora) ha sido la visita al lugar donde
emboscaron y acabaron con dos hijos de perra muy malos como Bonnie Parker y
Clyde Barrow.
Que no os engañe el romanticismo de la película (aunque la
película es bastante cruda), la parejita se estaba buscando acabar como
acabaron, en una emboscada en medio de los bosques del norte de Luisiana, a
unas millas al sur de Gibsland. Nunca se supo cuántos bancos, gasolineras o
tiendas atracaron; tampoco están claras las víctimas atribuibles a la banda
(eran más de dos y la jefa era ella) aunque no bajan de la decena.
Así que el 23 de mayo de 1934, cuatro policías de
Texas y dos de Luisiana se escondieron detrás de los arbustos y, en cuanto se
paró el coche, lo acribillaron sin preguntar.
Hay quien critica que no se les
diera el alto ni se les avisara (hombre, muy legal no parece tampoco) y, todo ello, unido a que en la prensa se les
trató como unos Robin Hood de los duros años de la Gran Depresión (que se sepa
no repartían nada entre los pobres), fabricó una leyenda en la que se obvia la parte mala (en este enlace
os dirijo a una curiosa historia que publiqué sobre ambos en Lainformacion.com
sobre cómo agradecieron a Henry Ford el coche que había fabricado y que les
permitía huir de todos los policías. También hay fotitos de la época).
En fin, no le veo yo la gracia de ensalzar a asesinos, pero en el pueblo al que pertenece este peñasco
pintarrajeado por adolescentes o adultos adolescentados hay una tienda-museo
que da un poco de escalofrío (hay casi más cosas de Warren Beatty y de Faye
Dunaway que de los verdaderos asesinos), regentada por el gemelo delgado de
Machete (sí, el de las películas de Robert Rodríguez). Me dieron ganas de comprar más cosas cuando me dijo, remirándome, ¿esto es lo que te llevas?
Ya está bien. No más batallitas. No sé si mañana
subiré un post (de Nueva Orleans he escrito bastante ya) y ya el miércoles me despido con los mejores momentos de todo el viaje. No sé…
Dejad que disfrute de la mejor habitación del hotel…
¿os venís de fiesta a la terraza?
Y, cómo no, un último horizonte: el de esta mañana al salir rumbo al sur y una canción de un grupo que se puso ese nombre en honor de la película de Win Wenders y que quedó (el grupo) para ponerle música a anuncios de coche y Kiss FM (ésta no, la famosa, la de la chica que quiere un amigo y no un amante).
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