(Ruta de hoy: Garden City (Kansas)-Dodge City-Oklahoma City-París (Texas): 541 millas).
Me encanta el olor de las vacas por la mañana.
Mentira: salir a eso de las seis de la mañana del motel y recibir una bofetada de estiércol como si media docena de bóvidos hubieran dormido a la puerta de la habitación no es muy agradable. Pero me podía la bromita, claro. Tampoco es la forma más agradable de comenzar un post de lunes, es decir, de repaso gastronómico tras un par de chorradas preliminares.
A lo que iba: en Kansas sólo hay vacas y cielos azules; en temporada de huracanes, también hay tornados que convierten a las vacas en balas y ensombrecen el azul.
Sin embargo, no he visto cielos tan inmensos en ningún otro sitio. Ni siquiera en los estados colindantes, puesto que sales de Kansas y, a los dos kilómetros, ya hay colinas y hondonadas. En Oklahoma y en Colorado. En Nebraska y Missouri. Se ve que, para ser de Kansas, la tierra debe ser plana y así ser capaces todos de ver venir a una vaca volando desde 300 kilómetros de distancia y esquivarla como los molones de Matrix hacían con las balas.
Con tanta vaca, en Kansas adquiere su verdadero significado el término vaquero. Porque te dedicas a la ganadería o te quedas mirando al cielo. Hubo un tiempo en que Kansas también fue frontera y en su ciudad más al oeste, Dodge City, se forjó la leyenda de Wyatt Earp, ya que allí ocupó su cargo antes de que se retirase y se jubilara a Tombstone (Arizona). Allí, de hecho (y no en Dodge City) se convertiría en leyenda cuando ocurrió una de las premisas de un buen western: a los viejos pistoleros nunca les dejan jubilarse y, en su caso, el lío acabó en el duelo del OK Corral.
Hoy, la calle principal de Dodge City parece uno de esos decorados acartonados/plastificados de feria de pueblo pueblo pueblo.
Si sonara Camela, creería estar en El Colorado (el de Conil, no el de los USA).
Lo sé, lo sé.
La comida.
Aquí va.
La primera andanada contra la acidez de estómago: si asimilas al enemigo, no te hace dado... o una chorrada así dice Sun Tzu en El arte de la guerra.
Claro que el Sun Tzu no comió en el Frontier de Albuquerque donde uno pide inocentemente un burrito y te ponen el burraco; donde uno pide unos chips con guacamole pensando en una tarrina y te ponen un plato de ensalada familiar en mesón de carretera manchega; donde uno pide unos palitos de pollo y te ponen medio pollo frito.
Donde por 13 dólares te ponen todo esto:
Y el jueves, comí y cené con ello (el burrito estaba repleto de chile verde).
Y desayuné también. Aunque no fue en el Frontier, sino en Twister (el Pollos Hermanos de Breaking Bad). Quitando el guacamole y el pollo, el plato principal, que atendía al nombre de Huevos Rancheros, era tan abundante o más que el burraco de la tarde anterior. Más contundente porque en lugar de arrocito blanco y dos tiras de lechuga (ver arriba) éste venía acompañado de carne de cerdo adobada, judías pintas y patatas fritas.
Ah, y con chile rojo (dado que aquí la verdadera rivalidad enconada no emana del fútbol sino es la de los aficionados al chile rojo o al verde)
Hasta aquí llegó mi interés por la comida mexicana (Momento cateto: ¿alguien sabe la diferencia entre un burrito, un taco o una enchilada? ¿No termina todo siendo un revoltijo que debes envolver en una tortilla?).
En fin, dejemos la filosofía de barra y continuemos nuestro repaso. También en Albuquerque, y quizá con la conciencia carcomida por haber estado en Texas y sólo haber ido a una de sus famosas barbacoas, me acerqué a un local de origen texano el viernes por la noche que, lo que son las cosas, mejoró al famoso Black's de Lockhart. Se llama Rudy's (sí, como el tontobaba del baloncesto) y si pasáis alguna vez cerca de alguno (no del tontobaba, de un restaurante), parad.
Atiendan por favor que lo rojo que sobresale tras la comida son los asideros de un cajillo de plástico. Porque no te dan una bandeja, sino un cajillo como si fueras a cargar con 24 cervezas. La salchicha al jalapeño, las costillas y la falda se sitúan en el nivel de ilegalidad manifiesta de lo buenas que estaban.
Pero, ay, la falda.
Al día siguiente (sábado) seguía en territorio vaquero, es decir, Kansas. Por lo que me fui a otra steakhouse, la Lonestar (es también cadena en el sentido de que tienen media docena de locales en varios estados). Por ser responsable, empecé con unas judías verdes.
Que yo no tengo la culpa que lo empanen todo.
Después, vino el ribeye, sabroso y más que correcto como todos los que ponen por aquí (si es alargar el brazo y agarras una vaca...).
Para bajar un poco el atracón, dejo para el final la horterada de la ruta. Estoy en Paris, Texas, por dos razones: la primera, porque entre Garden City y Nueva Orleans hay como 17 horas en coche y tenía que parar en algún lugar a unas ocho horas (que más bien rozaban las nueve y han terminado siendo diez porque he pillado atasco por obras). La segunda es por la película de Win Wenders (que de la ciudad sólo tiene el nombre porque no se rodó una sola escena aquí).
La ciudad, por su parte, no iba a dejar pasar la oportunidad de aprovechar el tirón de su hermana mayor y se han cascado una imitación de la Torre Eiffel.
Lo del sombrero sería imperdonable si no fuera un guiño a la película (donde el rojo es esencial... y sí, por eso llevo camisa roja).
Lo que es imperdonable es que 850 kilómetros de coche en un día den para dos fotos.
Hasta mañana, último día de coche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario