miércoles, 15 de julio de 2015

Día 10: En blanco



Ruta de hoy: Fort Davis-El Paso (Texas)-Alamogordo (Nuevo México). 381 millas.

En negro, debería empezar. Pero todo tiene su reverso y el blanco llegará. Lo primero fue el negro, el pequeño fiasco, el guiño cruel que nos hace pensar que somos más importantes de lo que somos y nos quejamos de mala suerte y bla, bla, bla...

Ya, como si mi destino no lo compartieran anoche un millar de personas. 

Veréis, que le estoy dando mucha intriga a una tontería. De las pocas cosas que se puede hacer en el profundo Texas del suroeste se encuentra ir al Macdonald Observatory (nada que ver con las hamburguesas), uno de los más importantes del país y que es aclamado por todas las guías de viaje por organizar noches estelares de estrellas (valga la redundancia). Así que reservé y me planté anoche:



Sólo que ayer, a eso de la media tarde, empezaron a caer tormentas como venganzas divinas y, a la noche, el aspecto que presentaba el cielo era el siguiente (atención al único claro a la derecha).



Quisiera puntualizar aquí, sin parecer lastimero, que en Texas apenas llueve, que la de anoche fue la única noche encapotada en muchas semanas. 

Y bueno, otra cosa es que el sitio es precioso (el paseo valió la pena y vi un par de estrellas y todo), pero es una ratonera. Es decir, que como no me fuera antes de que fuera a caer la más grande sobre el millar de personas congregadas y todas huyeran a sus coches a bajar colina abajo una carretera de eso, de montaña, en plena tormenta... pues eso, que me fui al poco de empezar, con el pobre guía intentando enhebrar el puntero láser hacia alguna estrella. 

Chiste fácil del día: fue otro tipo de noche estrellada.  

Sin embargo, el diablo se fue vistiendo de... Prada... (joder, otro chiste pésimo):




¿Un espejismo? En plena autopista del desierto entre Valentine y El Paso, a kilómetros y kilómetros de cualquier resquicio de vida habitable (bichos no incluidos), Texas nos regala una tienda de Prada, con un escaparate lleno de una lujosa colección. 

La tienda no es tal, sino una obra de arte. O eso dicen sus autores, que decidieron no sé si criticar el consumismo absurdo o sólo llamar la atención y copiaron una tienda de Prada al estilo de las que están en Puerto Banús o Ibiza (que las habrá, digo yo) y llevarla al desierto. Lo de la colección es cierto: en su interior (no se puede acceder, obviamente) está lo mejorcito y lo último del año 2005, que fue cuando se materializó la idea. 

Sí, os lo estáis preguntando: la chica de negro se estaba haciendo fotos no sé si para un book personal o para el anuario del Instituto.

De la mayor banalidad (puede que no) a la cruda y dura realidad de Ciudad Juarez (esto, sin duda crudo y duro), el epítome infernal del cuarto trasero americano, la ratonera para mujeres en cuya montaña aconsejan leer la biblia en lugar de violar y matar a las niñas (en su gemela de El Paso hay una estrella, la estrella solitaria de Texas). Dicen que El Paso es la segunda ciudad más segura de Estados Unidos (sólo superada por una anodina de Nebraska; a saber quién va a hacer qué a Nebraska), en contraposición con su hermana mexicana. 



Roberto Bolaño siempre glosará mejor las siguientes fotos: “Todo pasaba por el filtro de las palabras, convenientemente adecuado a nuestro miedo. ¿Qué hace un niño cuando tiene miedo? Cierra los ojos. ¿Qué hace un niño al que van a violar y luego matar? Cierra los ojos. Y también grita, pero primero cierra los ojos. Las palabras servían para ese fin. Y es curioso, pues todos los arquetipos de la locura y la crueldad humana no han sido inventados por los hombres de esta época sino por nuestros antepasados. Los griegos inventaron, por decirlo de alguna manera, el mal, vieron el mal que todos llevamos dentro, pero los testimonios o las pruebas de ese mal ya no nos conmueven, nos parecen futiles, ininteligibles" (2666). 

Ay, los griegos... para lo que han quedado...    





Poco después del puñado de outlets de altas marcas (estos no eran obras de arte reivindicativas) a las afueras de El Paso, se abandona Texas (no hace ni tres días que entré en el Estado y un cartel me situaba a 900 millas de El Paso) y se entra en Nuevo México. Y es raro, porque no obedece a ninguna razón lógica, pero aquí me siento algo mejor... hay lugares inexplicablemente insanos, tensos, oscuros, recelosos: Texas te hace sentir extraño.



Nuevo México... bueno... la verdad es que no he podido entrar mejor en Nuevo México, que me ha dejado al final del día stendahlizado por completo a causa de las White Sands. 



Vayamos por partes: para llegar a este parque nacional hay que adentrarse durante más de cien kilómetros a tiro de misil. Han leído bien: hay días que la carretera que va de Las Cruces a Alamogordo se corta durante horas porque el ejército (o la rama militar que toque) hace pruebas de lanzamiento de misiles. Campo tienen desde luego por delante, porque entre ambas ciudades se extiende una llanura encajonada por dos grandes cordilleras. Según la guía del parque no es un valle (o valley) porque nunca ha habido río o corriente de agua que la atraviese; entonces es un "basin" (la traducción al español es cuenca, pero me da que no coincide con lo que la chica dice: si alguien sabe del tema que me diga cómo se llama a un valle sin agua en castellano, se agradece el apunte). 

En medio de ese valle (y del lanzamiento de misiles, que se instauró pocos meses después de Pearl Harbour y sigue hoy en día, aunque en los folletos lo maquillan un poco diciendo que también se probaron aquí los cohetes para la carrera espacial), están las White Sands, una sucesión de postales invernales a 45 grados sin sombra que valga (porque no hay árboles que sobrevivan aquí, apenas matojos de la especie más baja, y las alimañas y los escarabajos sólo asoman la cabeza al atardecer). La arena es blanca como sal o azúcar. Nada de ese blanco que le asignamos a ciertas playas; blanco madridista es esto. Además, por la propia composición del mineral que la forma, no quema; siempre se queda fría (os podría contar cómo se originó geológicamente, pero es tarde y me estoy alargando). 









Ya que he mencionado la palabra atardecer. He vuelto para la puesta de sol (y las nubes de ayer en Texas me han seguido hoy, pero al menos no ha llovido) y aquí es cuando ya me quedo sin palabras. 

Para sortear la congoja, me atengo a la fábula y os cuento que circula la leyenda de que, al ponerse el sol, el fantasma de una mujer llamada Manuela vaga por las dunas buscando a su marido, un conquistador español del siglo XVI que lo mataron los indios. Yo creo que no la he visto, pero dicen que los fantasmas salen en las fotos, así que las repasaré mejor mañana por la mañana...

Os dejo éstas de la última hora de la tarde, y en las que aparecen turistas tangibles, mientras tanto: 




Lo que no he dicho es que te puedes adentrar con el coche por un recorrido en pleno parque natural de una decena de millas, con lo que la sensación de aislamiento se incrementa (aunque haya niños gritando y tirándose en trineos por las dunas). Así que si encima suena lo siguiente...


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